Estos últimos tres días que tengo convento, pero no hospital, los estoy aprovechando para poner orden en las carpetas de obras iniciadas y no finalizadas, en las carpetas de notas y apuntes. Hace años hice un esfuerzo por archivar todo, por racionalizarlo, por poner orden ese maremagnumde documentos abiertos en un momento dado (sin mucho tiempo) y abandonados al laberinto del disco duro.
Este será el segundo esfuerzo por limpiar, unificar y clarificar qué es lo que hay. La verdad es que todo ese contenido es prescindible. Pero reconozco que para alguien en el futuro será muy interesante bucear en esas aguas. Borrar todo de una vez o no borrarlo es una cuestión que me asalta a cada paso. Pero, hoy por hoy, vence la decisión de dejarlo para el lector futuro que le interese.
Esos archivos son miles de páginas. No es una tarea pequeña ni siquiera leyendo en diagonal. De vez en cuando, hay alguna perla. Más rara vez hay alguna página mucho más interesante que ya me encargo de borrarla para que no quede para ningún lector futuro.


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