“El cuerpo de los creyentes no es un accesorio extraño a la vida de la fe, sino que es un hecho para vivir la comunión con Dios y con los demás, para manifestar la belleza de ser hijos creados a imagen y semejanza del Padre”, señaló el Santo Padre durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano este miércoles 28 de agosto.
Francisco dedicó su catequesis a reflexionar sobre cómo San Pedro asumió el papel de principal testigo de Cristo Resucitado, anunciando el Evangelio en el pórtico de Salomón del templo de Jerusalén, al igual que había hecho Jesús.
“Este pórtico”, señaló el Papa, “es un lugar donde el evento de Cristo se comunica por medio de la Palabra, que mueve los corazones y que también puede tocar y sanar los cuerpos”.
De hecho, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas “insiste en los signos y prodigios que acompañan la palabra de los Apóstoles y la especial atención que mostraban hacia los enfermos”.
“Entre los Apóstoles emerge Pedro, que tiene la preeminencia del grupo apostólicos debido al primado y a la misión recibida del Resucitado. Es él quien comienza la predicación del kerygma el día de Pentecostés y quien en el Concilio de Jerusalén desempeñó una función directiva”.
El Papa Francisco subrayó que “Pedro se acerca a las camillas y pasa entre los enfermos, igual que había hecho Jesús, tomando sobre sí las enfermedades. El pescador de Galilea, llamado a no recoger más las redes, sino los corazones de quien acoge la vida de Cristo, no asume ningún protagonismo”.
“Pasa, pero deja que sea otro el que se manifieste: el Cristo vivo. El testigo, de hecho, es aquel que manifiesta a Cristo, ya sea mediante la palabra o mediante la presencia corpórea, el que le permite relacionarse y ser prolongación del Verbo hecho carne en la historia”.
Además, destacó que el cuerpo manifiesta a aquel que lo habita, el Cristo que vive en Pedro porque, a partir de la encarnación del Hijo de Dios, gracias al ‘sí’ de María, el cuerpo humano se convirtió en morada de Dios, y con el bautismo nos hemos convertido en su cuerpo”.
“Pedro es el que realiza a obra del Maestro: mirándole a él con fe se ve a Cristo mismo”. “Todo en Pedro, incluso su sombra, irradia la vida del Resucitado: los enfermos se curan y el mundo da gloria al Padre”, concluyó el Papa Francisco.
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