A ver qué os parece, siempre proponiendo sugerencias: el palio arzobispal

Cuando, en el año 2015, el papa Francisco anunció que lo habitual, a partir de entonces, sería que el nuncio impusiera el palio a los nuevos arzobispos en su propia diócesis, me pareció una excelente decisión.
El tener que desplazarse a Roma para recibir el palio era un hecho muy simbólico, pero, qué duda cabe, que implicaba un empleo de varios días para un arzobispo y también de una cierta cantidad de dinero. Además, que se desplazaban él y sus familiares y amigos.
Ahora bien, considero que cabría la posibilidad de que, en el futuro, el santo padre añadiera un nuevo cambio que sugiero aquí. Un cambio en la línea, que ya he manifestado en muchos de mis escritos, de reforzar la figura de los metropolitanos, de dotarles de mayor entidad. Algo sobre lo que he escrito en mi libro Colegio de pontífices. Doy comienzo mi sugerencia:
El arzobispo recibirá el palio en la ceremonia de toma de posesión de su sede metropolitana. Se lo impondrá un cardenal o el nuncio.
Hace tiempo sugerí algunos cambios en la ceremonia de toma de posesión de su sede por parte de un obispo. Puede encontrarse en mi libro Ex scriptorio. Pues bien, en esa ceremonia, se añadiría el siguiente cambio para los arzobispos.
El nuevo arzobispo se reviste con sus insignias episcopales, sobre su hábito coral, vestición que se realiza al lado del altar. Mientras se reviste, se dirigen a la capilla más cercana: los cardenales, el arzobispo emérito, los obispos sufragáneos y el nuncio.
Los cardenales están revestidos con hábito coral. Los cardenales y esos obispos se colocan en el presbiterio de esa capilla en la que se le han sacado los bancos. Los cardenales se sitúan en el centro del presbiterio.
Veneración
Dentro de la capilla hay seis grupitos de personas de la archidiócesis. Situados de forma claramente diferenciada: laicos (de la archidiócesis), laicos (de la provincia eclesiástica), religiosos, religiosas, diáconos, presbíteros.
El cardenal que preside esa imposición sostiene el palio y pasa delante de cada uno de esos grupos. Grupos (de una decena personas cada uno, más o menos) que están situados en los flancos de la capilla. Un representante de cada grupo besa una cruz del palio. De manera que los seis grupos besan las seis cruces. Simbolizando el amor de los que componen la entera provincia eclesiástica.
Bendición
Después, el cardenal sube al presbiterio de esa capilla y cada sufragáneo da una bendición a ese sagrado palio, después besa uno de los extremos oscuros del palio. Eso simboliza que los sufragáneos añaden bendiciones a ese ornamento, para que ese sacramental (con lo que simboliza) le recuerde sus deberes como arzobispo sobre ellos. Tres sufragáneos harán una breve oración (la que deseen) al introducir cada una de las tres agujas en su lugar del palio. Agujas que recuerdan los tesoros de la Pasión de Jesucristo. Tesoros de gracia que rodearán el encargo de ser arzobispo.
Con esta ceremonia, el palio no solo es un sacramental por haber estado sobre la tumba de Pedro y por haber sido bendecido por su sucesor, sino que también ha sido bendecido por los obispos de la provincia.
De manera que, con esta ceremonia, el palio no solo representa la unión con el romano pontífice, sino también la unión con todos los fieles de su provincia eclesiástica, pues él escuchará las quejas que tengan los fieles respecto a sus obispos.
Traslación
El arzobispo, ya revestido, se dirige hacia esa capilla, acompañado por dos acólitos. Esa traslación se hace en recuerdo del viaje que hacían los arzobispos a Roma para recibir el palio. 

Desde la entrada contempla el final de esta parte de la ceremonia de veneración y bendición si no ha acabado al llegar.
Imposición
El cardenal que preside esa imposición hace una oración y le impone el palio arrodillado en un reclinatorio.
Sigue la ceremonia de forma habitual
Acto seguido, procesionalmente, se dirigen al presbiterio, donde es llevado hacia la cátedra (que durante toda la ceremonia ha estado vacía) y allí se sienta. Un sufragáneo le colocará un nuevo anillo y otro sufragáneo le entregará el báculo.
El arzobispo, desde el comienzo de la ceremonia, ya llevaba un anillo, como símbolo de su dignidad episcopal. Durante la ceremonia, se quedará con los dos anillos, simbolizando la dignidad que se ha añadido a su dignidad. Si hubiera estado en dos diócesis previamente, llevará esos dos anillos más el nuevo, solo durante esa ceremonia.
En su traslación desde el presbiterio hacia la capilla, para la imposición del palio, ya llevará un báculo. Pero el báculo que se le entregará en la cátedra será más rico, el báculo histórico que mejor represente su nuevo pastoreo.
A partir de aquí, la ceremonia sigue todo igual a como indiqué en la obra citada.

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