María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano
“Vengo como peregrino a rezar, a confirmar, y también a ser confirmado por la fe de estos hermanos, que con su testimonio y entrega nos señalan el camino”: fue ésta la imagen que dio el Papa Francisco iniciando su saludo en el santuario de Nishizaka Hill, lugar en donde fueron justiciados Pablo Miki y 25 compañeros mártires y a donde el pontífice llegó en la mañana del 24 de noviembre para rendirles homenaje, en el Monumento dedicado a ellos en Nagasaki.
El Pontífice fue recibido por el director del Museo junto a un sacerdote y un hermano de la comunidad de los Jesuitas. Una familia le entregó un ramo de flores, que el Papa colocó delante del Memorial, encendió una vela que recibió de manos de un descendiente de los cristianos perseguidos y se recogió en oración.
El Santo Padre llegó a Nishizaka Hill para visitar el Monumento de los Mártires procedente de Nagazaki, a unos tres kilómetros de distancia. Allí, en Nagasaki, desde el Atomic Bomb Hypocenter Park, dirigió su Mensaje sobre las Armas Nucleares.
Un santuario símbolo de tantos mártires
En su discurso, tras agradecer a los presentes por la bienvenida, el Santo Padre habla del significado de este santuario que no evoca sólo el martirio de estos 26 jesuitas en 1597, “sino la multitud de otros mártires que consagraron este campo con su sufrimiento y su muerte”.
El “triunfo de la vida” en el Monte de las Bienaventuranzas
Un santuario que, no obstante los sufrimientos de estos mártires, “más que de muerte, nos habla del triunfo de la vida”, asegura el Papa, y que es “ante todo un monumento que anuncia la Pascua”, donde “se anuncia la luz de la resurrección” y “la sangre de los mártires se convierte en semilla de la vida nueva que Jesucristo nos quiere regalar”. Las palabras de Francisco evocan a San Juan Pablo II que “vio este lugar no sólo como el monte de los mártires, sino como un verdadero Monte de las Bienaventuranzas, donde podemos tocar el testimonio de hombres invadidos por el Espíritu Santo, libres del egoísmo, de la comodidad y del orgullo”.
El impulso renovador del testimonio de los mártires
Un testimonio, el de estos mártires, que “nos confirma en la fe – afirma el Santo Padre continuando su discurso - y ayuda a renovar nuestra entrega y compromiso, para vivir el discipulado misionero que sabe trabajar por una cultura, capaz de proteger y defender siempre toda vida, a través de ese ‘martirio’ del servicio cotidiano y silencioso de todos, especialmente hacia los más necesitados”.
“Vengo hasta este monumento dedicado a los mártires para encontrarme con estos santos hombres y mujeres, y quiero hacerlo con la pequeñez de aquel joven jesuita que venía de ‘los confines de la tierra’, prosigue Pontífice, instando al mismo tiempo a no olvidar “el amor de la entrega de este mártir”, para que no quede como “una gloriosa reliquia de gestas pasadas” sino que sea “fuego vivo del alma de todo apostolado en esta tierra, capaz de renovar y encender siempre el celo evangelizador”.
Con el deseo de que “la Iglesia en el Japón de nuestro tiempo, con todas sus dificultades y promesas, se sienta llamada a escuchar cada día el mensaje proclamado por san Pablo Miki desde su cruz, el Papa expresa también un deseo de esperanza:
El sufrimiento de los mártires de nuestros tiempos
En este lugar consagrado por la muerte de tantos mártires, Francisco invita a unirse “a los cristianos que en diversas partes del mundo hoy sufren y viven el martirio a causa de la fe”, y agrega:
El Papa invita a rezar “por ellos y con ellos” y a levantar “para que la libertad religiosa sea garantizada para todos y en todos los rincones del planeta”, y citando el Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dabi, 4 febrero 2019, añade:
En la conclusión la invitación del Papa a pedirle a la Virgen, Reina de los Mártires, a san Pablo Miki y a todos sus compañeros su intercesión “por vuestra tierra y por la Iglesia toda, para que su entrega despierte y mantenga viva la alegría por la misión”.
Al finalizar su saludo, el Sucesor de Pedro rezó la oración del Ángelus con los fieles presentes. Acompañado por los cantos finales, se encaminó hacia el automóvil que lo llevó al arzobispado distante unos tres kilómetros. Después del almuerzo el privado, Francisco se trasladará al Estadio de Béisbol para celebrar la Santa Misa en tierra japonesa.
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