Según explicó, “las repercusiones efectivas económicas han sido inmediatas, las reacciones y los comentarios en Europa y en España, además de negativos, nos dejan con un gran temor”.
Además, el Cardenal alerta de que los 10 puntos de este preacuerdo tienen “unas connotaciones culturales, antropológicas y visión de la realidad que van más allá de lo económico, y dejan o generan una preocupación grande”.
Según explica, con el preacuerdo “se instaura o se atisba un cambio cultural, se impone un pensamiento único, con una visión del hombre que pretende generalizarse a todos, la aprobación de la eutanasia, la extensión a nuevos derechos, la ideología de género, el feminismo radical, ampliación de la memoria histórica que fomenta el odio y la aversión”.
De esta manera, el Cardenal Cañizares asegura que las cuestiones presentes en el preacuerdo, “hacen pensar y prever en una profundización e inmersión en una crisis muy honda sobre todo cultural, pero también, en una crisis política e institucional, democrática, social, religiosa, una crisis de lo que constituye España en su realidad e identidad más propia”.
También explica que comienza a escucharse de nuevo la posibilidad de una nueva crisis económica mundial, pero “más grave aún será la crisis cultural y de identidad, sufridas ya por España en el marco del Occidente, con sus connotaciones propias, la que, si llega al Gobierno de la Nación esta coalición y lo que se atisba en el ‘preacuerdo’ se ahondará más”.
El Arzobispo de Valencia recuerda que estamos “inmersos en una crisis humana honda, agrandada” que es, a su modo de ver, “la más grave de todas, porque es crisis de la verdad del hombre y de la sociedad”, y que es “la crisis de sentido de la vida, crisis humana, antropológica, moral y de valores universales, crisis espiritual y social, crisis en los matrimonios y en las familias”.
Por eso asegura que “nos encontramos ante una grave emergencia, la emergencia de España” ya que “se está imponiendo o se ha impuesto una nueva cultura, un proyecto de humanidad que comporta una visión antropológica radical que cambia la visión que nos da identidad y nos configura como pueblo, y hasta como continente, me atrevo a decir: la identidad recibida de nuestros antecesores en nuestra historia común”.
Algo que llevaría a “la pérdida grave o el oscurecimiento espeso del sentido de la persona y de su dignidad” y en último término “el abandono y el olvido de Dios, que es olvido y negación del hombre”.
También aseguró que la sociedad española está padeciendo “una verdadera enfermedad, manifestada en diversos frentes, en nuestra sociedad, cuyo gran desafío, o, mejor, grandes y nuevos desafíos se resumen en su sanación urgente”.
Por eso recordó las palabras del Papa Benedicto XVI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en abril de 2008, cuando aseguró que “cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar un ‘terreno común’ minimalista en los contenidos y débil en su efectividad”.
Por eso insistió en que “la persona humana y su dignidad, base del bien común asentado en el reconocimiento real efectivo de los derechos humanos universales, son el fundamento que hemos de contemplar y poner en toda su consistencia, si queremos hallar el camino sanante y constructivo a seguir”.
El Cardenal calificó como “fundamental y urgente” el compromiso común de poner “a la persona humana y su dignidad inviolable en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar la persona humana y el bien común, su verdad esencial, la verdad en sí misma que nos hace libres, para el mundo de la cultura, de la religión de la ciencia, de la política, de las relaciones humanas”.
Esto sería una “amplia base” para “caminar y edificar” con el objetivo de “alcanzar y gozar de un futuro nuevo y esperanzador, una cultura y una civilización nuevas, que entre todos hemos de configurar, en diálogo y encuentro, sin imposiciones”.
Puede leer la carta íntegra AQUÍ.
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