Festividad de san Juan Evangelista


Se han marchado mis padres. Con lágrimas en los ojos, les dije junto al coche: “Ojalá que encontréis allá tanta felicidad cuanta paz dejáis en esta casa”.
La nevera ha quedado llena lo mismo que el congelador. Ahora llega el momento decidir qué alimentos sobrevivirán (me los comeré) y cuáles perecerán (irán a la basura). Ya se sabe que las madres son incapaces de cocinar una cantidad de comida que se pueda gastar en un tiempo razonable, antes de que se estropee.
Las madres piensan que la nevera es una especie de artefacto que introduce los alimentos en un estado de suspensión temporal. Yo esta incapacidad para la administración alimenticia ya me la conozco y nunca le hago la más mínima reconvención: los alimentos que deban perecer, perecerán. Para qué emprender batallas perdidas: ni maternas ni eclesiales.
Del marido de mi madre no me atrevo a hacer broma en el blog, no tengo tanta confianza. Pero sí que su carácter se va pareciendo cada vez más al de Greta Thunberg. Las noticias nacionales políticas sacaban la energía de su carácter, normalmente, a horas fijas: las del desayuno, almuerzo y cena. Yo reaccionaba con una flema británica digna de un san Bruno. Eso sí, al segundo día, trataba de poner el Canal Viajar: “Mira que bonito”, le decía.

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