El pasado 29 de noviembre los obispos informaron que la fiscalía general estatal y la federal llegaron a un acuerdo para que los sacerdotes australianos estén obligados a denunciar los casos de abusos sexuales contra menores que conozcan durante la confesión.
El Arzobispo de Brisbane y presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, Mons. Mark Coleridge, precisó que apoya cualquier medida para proteger a los menores, pero consideró que acabar con el secreto de confesión no sería útil para estos casos, pues "los abusadores no buscan confesarse y no buscarían la confesión si supieran que sus delitos serán denunciados".
En su opinión, sería "contraproducente porque se perdería la inusual oportunidad que un sacerdote pueda aconsejar a los abusadores para que se entreguen y modifiquen su vida; e injusto porque establecería por ley una situación en la que un sacerdote no podría defenderse de una acusación formulada contra él".
En el mes de octubre, el Arzobispo de Melbourne, Mons. Peter Comensoli, indicó que no violará el secreto de confesión y que los sacerdotes que han cometido algún abuso deben presentarse ellos mismos ante las autoridades.
Por su parte el Arzobispo de Hobart, Mons Julian Porteous, recordó que el Papa Francisco dijo que “no puede haber excepciones en la inviolabilidad del secreto de confesión”.
“Si un sacerdote rompe el secreto de confesión, entonces los fieles perderían la confianza y podrían pensar en que lo que confiesen podría ser hecho público o usado en su contra”, dijo el Arzobispo, y recordó a algunos sacerdotes que han preferido dar la vida antes que romper el secreto de confesión.
Excomunión automática
El Código de Derecho Canónico establece en el canon 983 que el sigilo sacramental o secreto de confesión “es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo”.
Asimismo, el canon 1388 señala que “el confesor que viola directamente el sigilo sacramental, incurre en excomunión latae sententiae (automática) reservada a la Sede Apostólica”. Es decir que solo el Papa puede levantar la pena de la excomunión en este caso.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
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