Lo de los tres jóvenes me ha impactado. Yo nunca pediré que la declaración de un sacerdote pueda meter en la cárcel a otro ciudadano. Tiene que haber más elementos que apoyen la versión del demandante, aunque sea sacerdote u obispo. No basta mi mera palabra. Un ciudadano que puede meter en la cárcel a otro ciudadano. En este caso, 38 años de cárcel. Impresionante.
La misma sociedad que solo impone una multa a alguien que, en la calle, le dé, con todas sus fuerzas, un puñetazo a alguien en la carea; la misma justicia que deja libres a los que roban docenas de veces en el metro; la misma ley que permite que alguien ocupe tu casa es la que envía 38 años a alguien por la declaración de otra persona.
El hundimiento moral de una sociedad lleva a este tipo de situaciones. Son los síntomas de una enfermedad mucho más grave que va a avanzando.
Las cosas están tan mal que yo ya iría acumulando latas de atún en la despensa, si no fuera porque esta enfermedad es de las lentas. Esto avanza inexorable y a cámara lenta. No hay latas de atún ni jamón de York en conserva que aguante quince años.


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