“La Iglesia nació en una época en la que las epidemias eran comunes. Dionisio, obispo de Alejandría, Egipto, escribió en un mensaje de Pascua de mediados del siglo tercero: ‘Esta enfermedad surgió de la nada; es una cosa más aterradora que cualquier desastre’”, escribió el Prelado en la columna titulada “Amor en un tiempo sin abrazos”.
“He estado reflexionando acerca de esta historia y preguntándome: si Dios está hablando a nuestros corazones en este desierto, ¿qué es lo que nos está diciendo? Es una pregunta que escucho que mucha gente se plantea con angustia: ¿Dónde está Dios?, ¿cuáles son sus designios en este tiempo del coronavirus?”, cuestionó el Prelado de origen mexicano.
“¿Dónde está Dios en esta pandemia? Los santos siempre responden: donde hay amor, allí está Dios. Entonces, amemos”, resaltó el también Arzobispo de Los Ángeles.
Mons. Gomez recordó que “nuestra fe nos enseña que Dios no causa el mal, pero sí lo permite, siempre con la intención de sacar algo bueno de él. Los caminos de Dios pueden seguir siendo siempre misteriosos para nosotros, pero podemos confiar en su amor por su creación y en su amor por cada uno de nosotros”.
“Sabemos que su amor es verdadero porque hemos visto el corazón de Jesucristo”, subrayó.
Como Jesús, continuó Mons. Gomez, “los primeros cristianos amaron en una época de plagas y epidemias. Cuidaron a los enfermos, enterraron a los muertos y consolaron a los afligidos, a menudo con gran sacrificio y riesgo para sus propias vidas”.
“A lo largo de la historia de la Iglesia, algunos de nuestros más grandes santos han estado al servicio de los enfermos. Estos días he estado reflexionando mucho acerca de San Damián y de Santa Marianne Cope, que atendieron a los leprosos en Molokai, y en la Santa Madre Teresa, atendiendo a los enfermos y moribundos de Calcuta”.
El Prelado señaló que “hay santos que se están forjando en nuestra crisis actual. Nunca sabremos sus nombres o sus historias, pero sé que recordaremos estos días como un tiempo en que hombres y mujeres realizaron hermosos actos de valor y de amor por su prójimo”.
“Se están forjando también santos entre las madres y los padres que mantienen viva la esperanza en Dios para sus hijos en un tiempo en que hay que ‘refugiarse en casa’.
Incluso en un tiempo en el que no podemos darles un abrazo a nuestros seres queridos aún podemos amar. Y debemos amar”.
“Podemos amar, incluso a una distancia social, incluso a través de llamadas telefónicas y de plataformas de redes sociales. Podemos orar los unos por los otros, podemos ofrecer sacrificios, podemos escuchar con comprensión”, concluyó.
Puede leer la columna completa de Mons. Gomez AQUÍ.
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