A 50 años de la muerte de Mons. Ruiz Medrano

Huella imperecedera

IMG_3098José de Jesús Parada Tovar

“Creo que después del sepulcro estás Tú; creo que me levantaré de la muerte y te encontraré, y caeré de rodillas y te adoraré, y Tú me dirás: ‘No te has equivocado, Yo soy la Vida’”. Así reza el epitafio de la tumba del Canónigo y Monseñor José Ruiz Medrano, empotrada en la pared del costado oriente en el presbiterio del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
Se trata del breve extracto de uno de los 23 Sermones que predicó, en la Catedral Metropolitana de Guadalajara, cada año con lenguaje diferente en el Domingo de la Pascua de Resurrección, quien fuera uno de los más elocuentes y unciosos oradores sacros en la Historia de la Arquidiócesis tapatía.
Le dio lectura a ese texto el Padre José Rosario Ramírez Mercado al inicio de su Homilía durante la Misa del mediodía del domingo 14 de mayo, en sufragio del recordado Sacerdote, y en la que concelebró el Padre Vicerrector del Seminario Diocesano, José Guadalupe Miranda Martínez.

IMGLuminosa trayectoria
El Padre “Chayo”, como familiarmente se le conoce, con más de 65 años de ministerio sacerdotal, incluidas seis décadas como Maestro y Formador en el Seminario, es considerado como el más cercano discípulo y confidente del Sr. Ruiz Medrano, e incluso depositario de prácticamente todos los manuscritos de los Sermones que éste predicó y las Conferencias que dictó, pues siempre los escribió previamente y luego los pronunciaba de memoria, destacando los referidos a la Resurrección del Señor y a la Santísima Virgen, así como las encendidas alocuciones dedicadas a la Patria y a Guadalajara, donde nació el 8 de septiembre de 1903, precisamente en el Barrio del Santuario, que lo conoció niño y le vio cursar sus estudios primarios.
Seguramente por la influencia y ejemplo de dos tíos suyos, Canónigos, entró al Seminario aunque en tiempos sumamente difíciles, de persecución y escondites. Fue su Profesor, entre otros, el señor Cura Manuel Yerena Camarena, Párroco de Mexicaltzingo y después Obispo de Huejutla. Por su evidente inteligencia, se le envió a Roma a estudiar Filosofía y doctorarse en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Continuó detallando el Padre Ramírez que, ya de regreso y ungido Presbítero, el Padre José primeramente fue Vicario Parroquial durante un año en La Barca; pero, “siendo un hombre brillante como Sacerdote e intelectual”, fue llamado al Seminario para impartir, por más de 30 años: Latín, Literatura, Teología, Música y Canto, además de Estética y otras materias en la Universidad de Guadalajara. Como Canónigo Magistral, fue el Predicador oficial de la Catedral por 20 años. Aparte de componer exquisitas obras sacras polifónicas, fundó y dirigió la Schola Cantorum del Seminario.
Adicionalmente, en el ámbito socio-pastoral, el Cardenal Arzobispo José Garibi Rivera le confió la atención espiritual de los deportistas. Por afición particular, privilegió su cercanía a los rojinegros del Atlas, de cuyo Club de Futbol incluso fue Directivo, y en mucho influyó para alentar el regreso del equipo a la Primera División, luego del primero de sus tres descensos. Asimismo, fue inspirador y animador de la construcción del Monumental Estadio Jalisco. Y, caso curioso, mientras presenciaba precisamente en un palco de dicho inmueble con los Padres Rosario Ramírez y Enrique Trujillo un partido de “Las Margaritas” del Atlas, le sobrevino un letal infarto cardíaco. Era también un domingo 14 de mayo, pero de 1967. Inicialmente, fue sepultado en el Panteón de Mezquitán, y reinhumado cinco años después en el Santuario de Guadalupe.
Autor del Libro “Evocación”, de la Generación 1961-1976 del Seminario de Guadalajara, el Padre Óscar Maldonado Villalpando rememora en sus páginas la postrera clase de Literatura del Canónigo Ruiz Medrano a los alumnos de 6º de Humanidades, aquel viernes 12 de mayo, en la que explicó, con su proverbial énfasis y vehemencia, la Tercera Égloga del poeta español Garcilaso de la Vega, del Siglo XV.
“Monseñor José Ruiz Medrano -asienta el Padre Maldonado- ascendió a la más alta cumbre de las bellas artes, y como lira privilegiada, en la montaña santa, transido por los vientos que propician el diluvio de la belleza en el Universo, vino a ser su vate, genio y guardián. El hombre, con las alas del genio, se transformó en palabra, poesía y canto de su tierra y de su tiempo”.

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