El Cardenal advirtió que “en algunos lugares del mundo con frecuencia escuchamos que algunos sacerdotes afirman que poseen poderes especiales y que la Santa Misa que celebran son más poderosas que otras, con sus implicaciones monetarias para fieles devotos pero crédulos. Nada de esto tiene que ver con nuestra fe católica. Toda Misa tiene un valor infinito ante Dios”.
“Ese es el motivo por el que, con independencia de quién celebre la Misa, debe observar un mismo ritual, especialmente en lo que afecta a los elementos centrales de la Oración Eucarística”, explicó.
En es sentido, insistió en que “no importa quién sea el ministro. Si es el Papa, un Obispo o un sacerdote recién ordenado. Es Jesús el que está celebrando. Por lo tanto, debemos tener cuidado de no permitir ningún tipo de discriminación entre los sacerdotes como ministros de la Eucaristía”.
Asimismo, llamó a celebrar con respeto porque “la celebración de la Eucaristía es la recreación de lo que Jesús realizó en la Última Cena. Cuando nos reunimos en torno a la mesa de la celebración Eucarística, es Jesús el que está celebrando la Eucaristía”.
Destacó que “la liturgia católica no tiene espacio para extravagancias teatralizadas y representaciones creativas que a menuda rozan el entretenimiento vulgar que no es digno del culto cristiano”.
Recordó que “el sacerdote es un ministro humano que celebra en la persona de Cristo, siempre que esté adecuadamente ordenado y comisionado para hacerlo. Pero, junto con el sacerdote, toda la congregación se une también a la celebración de la Eucaristía, ya que la Eucaristía la celebra todo el cuerpo de Cristo, tanto su cabeza como sus miembros”.
“Es por ello por lo que el Concilio Vaticano II insiste en la participación activa de todos los que están presentes en la Misa. No acudimos a Misa para contemplar un espectáculo como espectadores. Vamos a Misa para participar en la acción sagrada en la que se recrea plena y completamente la comida eucarística de Jesús en la Última Cena”.
También enseñó que “es doctrina de la Iglesia que sólo un sacerdote válidamente ordenado puede consagrar la Sagrada Eucaristía, por lo que sólo un sacerdote válidamente ordenado puede actuar en la persona de Cristo, in persona Christi”.
“Esto significa que los ministros de las demás denominaciones cristianas, cuya ordenación sacerdotal no está reconocida por nuestra Iglesia, no pueden consagrar de forma válida la Sagrada Eucaristía, tampoco aunque siguieran correctamente todos los movimientos y rituales”, resaltó.
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