Pedro Claver fue un jesuita de origen catalán -su nombre era Pere Claver Corberó- quien, como misionero en Cartagena (Colombia), se convirtió en el protector de la población negra esclavizada y de todos los sometidos a la servidumbre. Vivió en el puerto de Cartagena de Indias (Nuevo reino de Granada), célebre en ese entonces por haberse convertido en el centro negrero más grande del Nuevo Mundo.
Pedro nació en Verdú (España) el 26 de junio de 1580. A los 19 años fue aceptado en la Compañía de Jesús. Con los estudios y la formación avanzada, fue enviado como misionero a Nueva Granada (hoy Colombia) y ordenado sacerdote en Cartagena en 1616.
Allí se opuso a las injusticias de la esclavitud institucionalizada, por la que se vendía esclavos para todo tipo de trabajo forzado. Rechazó las teorías que no reconocían la humanidad de los negros traídos del Africa y condenó toda forma de maltrato hacia los “etíopes” (nombre genérico con el que se denominaba a los africanos). También tomó parte en defensa de los indígenas, a quienes evangelizó.
Mientras los esclavos se encontraban retenidos en Cartagena esperando ser vendidos y trasladados, Claver atendía a los que llegaban enfermos, hambrientos o maltratados. Incluso se organizaba previamente a la llegada de las embarcaciones de esclavos almacenando las provisiones que él mismo recaudaba. En medio de esas circunstancias, San Pedro instruía a los esclavos en la fe y los bautizaba. Así ganó muchísimas almas para Cristo.
Pedro quiso hacerse “esclavo de los esclavos”, lo que le acarreó muchos problemas. Se ganó enemistades entre las autoridades y, evidentemente, entre los comerciantes de esclavos. Al mismo tiempo, no fueron pocos los fieles que cuestionaron su conducta, o pocas las incomprensiones entre sus superiores y hermanos jesuitas.
A pesar de todo, el Santo continuó su obra apostólica, convirtiéndose en un gran profeta del amor evangélico, un servidor que enseñó y vivió el amor de Cristo por los más sencillos, los olvidados, los marginados. Por eso su testimonio es invalorable. Cargó su propia cruz y ayudó a muchos a cargar la suya. Se compadeció de los más indefensos y les sirvió como al mismo Dios; sin que el odio, el rechazo o la enfermedad pudieran detenerlo. En tiempos donde se aceptaban prácticas inhumanas, San Pedro Claver puso humanidad y santidad.
Partió a la Casa del Padre el 9 de septiembre de 1654. Ese día, la población de Cartagena salió a las calles para encontrarse con su santo por última vez y rendirle los honores debidos a quien se santificó como su auténtico servidor.
San Juan Pablo II, quien visitó la tumba de este Santo en Cartagena en 1986, dijo, en aquella ocasión, en alusión al Santo y las nuevas esclavitudes del mundo contemporáneo: “hoy, como en el siglo XVII en que vivió Pedro Claver, la ambición del dinero se enseñorea del corazón de muchas personas y las convierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de la libertad de sus hermanos a quienes esclavizan con una esclavitud más temible, a veces, que la de los esclavos negros… Como hombres libres a quienes Cristo ha llamado a vivir en libertad debemos luchar decididamente contra esa nueva forma de esclavitud que a tantos subyuga en tantas partes del mundo, especialmente entre la juventud, a la que es necesario prevenir a toda costa, y ayudar a las víctimas de la droga a liberarse de ella”.
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