“He venido aquí para animarlos a tomar en serio este proceso sinodal y para decirles que el Espíritu Santo nos necesita. Y esto es cierto: el Espíritu Santo nos necesita”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre recordó que la primera etapa del proceso sinodal comenzará en octubre de 2021 y concluirá en abril de 2022. Este período involucrará todas las Iglesias diocesanas del mundo.
“Y por eso estoy aquí, como su Obispo, para compartir, porque es muy importante que la Diócesis de Roma se comprometa con convicción en este camino. Sería una vergüenza que la Diócesis del Papa no se comprometiera en ello, ¿no? Una vergüenza para el Papa y para ustedes también”, advirtió.
Por ello, el Pontífice recomendó “no dejar a nadie fuera o detrás” y subrayó que la escucha y el caminar juntos “le hará bien a la Diócesis de Roma y a toda la Iglesia” porque “no se fortalece sólo con la reforma de las estructuras, ¡éste es el gran engaño!, dar instrucciones, ofrecer retiros y conferencias, o a fuerza de directivas y programas… Esto es bueno, pero como parte de algo más, pero se redescubrirá que se es un pueblo que quiere caminar junto, entre nosotros y con la humanidad”.
En este sentido, el Santo Padre indicó “si la parroquia es la casa de todos en el barrio, no un club exclusivo, les recomiendo: dejar puertas y ventanas abiertas, no limitarse a considerar sólo a los que asisten o piensan como tú -eso será un 3, 4 o 5%, no más-. Que todo el mundo entre... Permítanse a ustedes mismos el salir al encuentro y dejarse cuestionar, dejen que sus preguntas sean sus preguntas, permitan caminar juntos: el Espíritu los guiará, confíen en el Espíritu. No tengan miedo de dialogar y dejarse mover por el diálogo: es el diálogo de la salvación”.
“Pero hay que salir del 3-4% que representan los más cercanos, e ir más allá para escuchar a los demás, que a veces les insultarán, los echarán, pero hay que escuchar lo que piensan, sin querer imponer lo nuestro: dejar que el Espíritu nos hable”, pidió el Papa.
Luego, el Santo Padre reflexionó en su largo discurso sobre el tema de la sinodalidad que “no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y mucho menos una moda, un eslogan o el nuevo término de usar o instrumentalizar en nuestros encuentros”.
Por ello, el Santo Padre resaltó la importancia de “confiar en que el Espíritu siempre hará oír su voz” por lo que alentó a “abrir los ojos y convertir las direcciones equivocadas” para que el cristianismo sea cada vez más humano.
“El cristianismo debe ser siempre humano, humanizador, reconciliando las diferencias y las distancias y transformándolas en familiaridad, en proximidad. Uno de los males de la Iglesia, de hecho, una perversión, es este clericalismo que separa al sacerdote, al obispo del pueblo. El obispo y el sacerdote desvinculado del pueblo es un funcionario, no un pastor”, lamentó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre señaló que “en este tiempo de pandemia, el Señor empuja a la misión de una Iglesia que sea sacramento del cuidado. El mundo ha lanzado su grito, ha manifestado su vulnerabilidad: el mundo necesita de cuidado”, concluyó el Papa.
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