El Santo Padre llegó poco antes de las 5:00 p.m. (hora local) a la Plaza Rybné námestie, donde antiguamente se levantaba una sinagoga.
En el lugar, escuchó el conmovedor testimonio de un sobreviviente que perdió a sus padres durante la II Guerra Mundial, y de Sor Samuela, religiosa ursulina, congregación que dio ayuda y refugio a los judíos perseguidos.
En su discurso, el Santo Padre señaló que “el nombre de Dios fue deshonrado”, pues “en la locura del odio, durante la segunda guerra mundial, más de cien mil judíos eslovacos fueron asesinados”.
“Y después, cuando se quisieron borrar las huellas de la comunidad, aquí la sinagoga fue demolida”, señaló.
El Papa reiteró que “aquí el nombre de Dios fue deshonrado, porque la peor blasfemia que se le puede causar es la de usarlo para los propios fines, más que para respetar y amar a los demás”.
“Aquí, ante la historia del pueblo judío, marcada por este agravio trágico e indescriptible, nos avergonzamos de admitirlo: ¡cuántas veces el nombre inefable del Altísimo ha sido usado para realizar acciones que por su falta de humanidad resultan inenarrables! Cuántos opresores han declarado: ‘Dios está con nosotros’, pero eran ellos los que no estaban con Dios”.
El Santo Padre aseguró a la comunidad judía que “la historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son nuestros dolores”.
“La memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido, porque no habrá un amanecer en que perdure la fraternidad si antes no se han compartido y disipado las oscuridades de la noche”, expresó.
El Papa denunció que actualmente no “faltan ídolos vanos y falsos que deshonran el nombre del Altísimo”.
“Son los ídolos del poder y del dinero que se imponen sobre la dignidad del hombre, de la indiferencia que vuelve la mirada hacia otra parte, de las manipulaciones que instrumentalizan la religión, haciendo de ella una cuestión de supremacía o reduciéndola a la irrelevancia”, expresó.
“Y también lo es el olvido del pasado, la ignorancia que justifica todo, la rabia y el odio”, advirtió.
El Santo Padre reiteró entonces que “estamos unidos —lo repito— en la condena de toda violencia, de toda forma de antisemitismo, y en el esfuerzo para que la imagen de Dios en la persona humana no sea profanada”.
Luego el Papa destacó que “es bueno seguir, en la verdad y con sinceridad, en el camino fraterno de purificación de la memoria para sanar las heridas pasadas, así como en el recuerdo del bien recibido y ofrecido”.
“El mundo necesita puertas abiertas. Son signos de bendición para la humanidad”, aseguró.
“La bendición del Altísimo se derrama sobre nosotros cuando ve una familia de hermanos que se respetan, se aman y colaboran”, expresó.
Al finalizar, el Santo Padre participó en un momento de homenaje, oración y memoria por el pueblo judío, especialmente los asesinados en la II Guerra Mundial. Luego, obsequió a la comunidad judía un tradicional plato italiano con la imagen de San Pedro.
Concluido el encuentro con la comunidad judía de Eslovaquia, el Papa Francisco se dirigió a la Nunciatura Apostólica, donde recibiría las visitas del presidente del Parlamento, Boris Kollár, y del Primer Ministro, Eduard Heger.
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