Según recuerda el periodista Joseph Pronechen en el National Catholic Register, “la situación era terrible” en 1683, pues “los invasores turcos del Imperio Otomano estaban a punto de tomar Europa occidental”.
“Los europeos en todas partes, incluyendo al nuncio papal, imploraron y rogaron por ayuda, mirando a Juan III Sobieski, Rey de Polonia. Sobieski tuvo valentía y algo más grande, una gran devoción a la Virgen María”, señaló.
El rey polaco decidió avanzar con sus tropas hacia Viena “para un enfrentamiento decisivo”. Pero en el camino se detuvieron para pedir ayuda en el santuario de Czestochowa.
“En la mañana de 12 de septiembre, Sobieski participó en la Misa, y luego con confianza le dijo a su ejército pequeño, superado en número: ‘¡marchemos con confianza bajo la protección del Cielo y con la ayuda de la Santísima Virgen!”.
Pronechen destacó que “Sobieski mismo lideró el ataque, y su ejército y caballería mucho más pequeños derrotaron totalmente a los invasores turcos otomanos y finalizaron la invasión. Con Viena y el mundo cristiano salvado, Sobieski le dio crédito solo a Dios”.
Tras la victoria, el rey polaco reescribió la famosa frase del emperador romano Julio César –Veni, vidi, vici (vine, vi, vencí): “Veni, vidi, Deus vicit” (vine, vi, Dios venció).
Como agradecimiento a la intercesión de la Virgen, ese año el Papa Inocencio XI extendió la celebración del Santo Nombre de María a la Iglesia universal.
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