argaiv1836 DOMINGO DE RAMOS
Las palmas benditas que llevamos en nuestras manos durante la procesión nos recuerdan la victoria, el triunfo del Señor sobre la muerte. Él ha salido victorioso, ha vencido el mal, el pecado, la misma muerte. Que las palmas, al volver a casa después de la Misa, sean colocadas en un lugar visible para que a lo largo de los próximos meses, sobre todo cuando llegue a nuestro hogar la aflicción de la cruz, nos recuerden que hace dos mil años, Jesús de Nazaret, después de padecer por nosotros, resucitó gloriosamente del sepulcro, venciendo así el poder de la muerte. La pasión de nuestro Señor Jesucristo, que leemos este domingo en el evangelio de san Mateo, nos hace acompañar a Jesús por el camino de la pasión, desde el Cenáculo, Getsemaní, el Sanedrín, Poncio Pilato, la Vía dolorosa, el Gólgota y el Santo Sepulcro. Nosotros, como discípulos, estamos invitados a contemplar a Jesús, a escuchar sus palabras. Él es el Siervo de Yahvé (Primera lectura), que haciéndose semejante a los hombres, se humilló y por obediencia aceptó incluso una muerte de cruz (Segunda lectura).
Este día en la Santa Iglesia Catedral celebramos la llamada “Misa Crismal” (o del Santo Crisma). En esta Misa se bendicen los Santos óleos que se utilizarán para la celebración de los sacramentos: óleo de los catecúmenos, óleo de los enfermos, santo crisma. Durante esta Misa los sacerdotes, en torno a su Obispo, renuevan sus promesas sacerdotales.
Por la tarde tenemos la “Misa de la Cena del Señor”. En esta celebración solemne recordamos cuatro cosas importantes sucedidas en la Última Cena de nuestro Señor con sus apóstoles: La institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor, el lavatorio de los pies, la institución del Orden sacerdotal. Día eucarístico y sacerdotal en el que debemos orar por nuestros sacerdotes.
A una hora oportuna (alrededor de las 3 de la tarde) se celebra “La Pasión del Señor”. Es una celebración que recuerda y actualiza la pasión y muerte del Señor. Esta austera ceremonia litúrgica consta de tres momentos: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Santa Cruz y Sagrada comunión. Es un día de ayuno y abstinencia; un día de reflexión en el que nuestros ojos contemplan al crucificado, quien entrega su vida por toda la humanidad.
La Iglesia, durante el día, guarda silencio. Es el día de la sepultura. Nuestro Señor es colocado en el sepulcro y nosotros, confiando en sus palabras, aguardamos que se cumpla la promesa de su resurrección. Más que ser un día de diversión o entretenimiento es, sobre todo, un día de reflexión, de oración, de paciente espera. Por la noche tenemos la Solemne “Vigilia Pascual”. Es la celebración más grande e importante de nuestra fe católica, ya que en ella recordamos y hacemos presente la resurrección del Señor. Consta de cuatro partes: Liturgia de la Luz, Liturgia de la Palabra, Liturgia Bautismal, Liturgia Eucarística. Es una Misa que no nos debemos perder. Es solemne, llena de signos, llena de luz y de alegría, la razón: CRISTO NO PERMANECE EN EL SEPULCRO, RESUCITA GLORIOSAMENTE DE ENTRE LOS MUERTOS. ¡ALELUYA, ALELUYA! + Ruy Rendón Leal |
Publicar un comentario