La pancarta de las FEMEN

“Que se jodan los pobres”. Curiosas, cuanto menos, palabras desplegadas en una pancarta por las activistas, presuntamente feministas de FEMEN tras destrozar un belén en Bruselas y que dejan perplejo a quien escribe estas líneas. Está claro que a la reivindicación ha sucedido el vandalismo gratuito con ellas.

Ya llegamos a un punto en que todos nos quitamos las caretas. Hace menos de un mes las homólogas en España profanaban el camposanto de Paracuellos del Jarama. Poco después, la profanación de la catedral de Estrasburgo, con motivo de la visita del Papa al Parlamento Europeo. Hoy, la vandalización de un belén en Bélgica.


No soy de los que leen entre líneas, pero me parece que esto ya no es un hecho aislado o un grupo particularmente feminista. Estamos hablando de ataques reiterados, virulentos y persistentes hacia una religión y en concreto a la Iglesia Católica.


Por supuesto no espero ningún pronunciamiento ni ilegalización de grupo alguno en Europa. Somos así de masoquistas en el viejo continente y nos gusta que nos escandalicen, pero sobre todo nos gusta la táctica del avestruz de ignorar un problema. Ya pasó con Hitler, y se ve que lejos de aprender, nos regodeamos en la actitud de ignorar un problema y considerar todo hechos aislados parte de una monotonía.


Pero lo cierto es que estas presuntas feministas –y recuerdo una gran perla del periodista Álvaro Ojeda, que recordaba que “presunto” en portugués es cerdo- lo que realmente son es una sarta de vándalas exhibicionistas.


Han aprendido que liarla en Rusia equivale a penas de cárcel, entonces se dedican a llenar páginas de periódicos en occidente, donde somos más cobardicas, y a lo mejor las tienen un rato en la cárcel pero luego les dan un caldito y las sueltan. No se vayan a coger una pulmonía.


En todo caso, la pancarta del último ataque perpetrado es significativa no solo del pensamiento de estas presuntas. Es un homenaje a nuestra sociedad. “Que se jodan los pobres” no por ser uno exitoso, o estar en mejor condición, sino porque la sociedad ya los ha descastado, ya los ha expulsado de si misma y solo podrán vivir en la medida que reciban las sobras que alguien les eche.


Esa pancarta es una radiografía de lo que la sociedad ha decretado para ellos. Pero es un orgullo que nuestro Señor, para nacer, haya escogido a la más pobre entre las pobres y ser haya hecho el más pequeño entre los pequeños. Porque a pesar de la Historia, la victoria es suya: “Bienaventurados los pobres Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).


Quédese pues el mundo. Sus pancartas y sus presuntas. Porque esa pobreza es la que debemos anhelar.


+Pax et bonum+


Miguel Vinuesa



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