La aguda crisis económica actual, que amenaza con empeorar,
repercute con mayor fuerza sobre los asalariados de menor rango,
pues sus ingresos no alcanzan ni para el alimento básico.
Pbro. J. Jesús Madrid Torres
Aportaré estos datos, desde mi comprensión sobre esta realidad.
Me impresiona un grande gesto gubernamental en favor de la clase pobre, y no tanto en favor de la clase media: apoyo grande como subsidio a diversos factores de la economía: agua, luz, gas, etc.
Creo que fue en los años 90, más o menos; pero casi inmediatamente se propone e impone un retiro paulatino de estos subsidios, sin importar para nada los efectos que provoca entre el pueblo; cosa que afecta enormemente a la miserable economía de la inmensa mayoría de los empobrecidos en nuestro país. Prácticamente la clase empobrecida en nuestro México, es de todos conocido, es el 53% de los mexicanos.
Los efectos de estas decisiones gubernamentales, que prácticamente se van realizando siempre al inicio de año, afectando tremendamente la frágil e inexistente economía de esa mayoría empobrecida y de la clase media, en nada afecta a los de la clase privilegiada, en especial a los servidores públicos, por lo que parece absurdo llamarlos “servidores públicos”, cuando empujan al pueblo mexicano hacia la inseguridad de su sustento vital. Más aún, consta que el monto completo de lo que reciben mensualmente es superior al que reciben los funcionarios públicos en los países de Europa, en donde la miseria es insignificante, cuando en México es de proporciones escandalosas.
Algunas referencias
Quisiera resaltar algunos datos sobre esto que comúnmente el pueblo nombra “gasolinazo”:
Supongamos el salario actual diario: 80.40 pesos. El precio de la gasolina, alrededor de los 20 pesos el litro. La clase media que posee vehículo, tiene que contar, como mínimo, con 10 litros diarios. En total, se acerca a los 200 pesos cada día. Claro que el salario de estas personas es mayor, pues generalmente se acerca al salario triple, y más; es decir, 4, 5, 6, 7 veces, y así sucesivamente, el salarío mínimo. Pero partiendo del salario triple, esto es, 241.20 pesos, sólo en el aumento de la gasolina casi invierte todo su sueldo.
Y lo trágico: estos incrementos provocan, indudablemente, el aumento exagerado de los precios de la “canasta básica”, el sustento de los pobres.
No es posible evitar comprender que este comportamiento de los responsables es un desconocimiento total, “de inteligencia y voluntad”, de tener en cuenta la economía del pueblo de clase media, y es un descarado insulto al 53% de la clase empobrecida y miserable.
Más allá del reclamo
Urge hacer tomar conciencia de este escandaloso atropello a nuestro pueblo. Ciertamente están proliferando innumerables manifestaciones que repudian este proceder. Pero, tristemente, también hay personas que se infiltran sólo para desprestigiar, y otros muchos lo hacen como gesto desesperado, inevitable, porque quieren ser solidarios con las víctimas. La mayoría de los manifestantes únicamente pretende manifestar su “grito desesperado”, de que tengamos compasión de los empobrecidos, creamos en Dios o sólo creamos en la belleza de la condición humana.
Es por eso que, como cristianos con responsabilidad social, sí tengamos en alta estima nuestra condición de humanos, y habremos de invitar a la cordura, principalmente a la clase privilegiada. Debemos intentar esto en todas las formas posibles, evitando radicalmente la violencia, el desprecio, el humillar a nadie, sino con nuestro propio vivir, y contagiando de lo bello que es poner nuestro empeño en vivir como hermanos, como humanos, y liberarnos de la constante provocación de proceder en lo económico, con la ambición de poder, de tener, de prestigio, de individualidad, ante la realidad de nuestros connacionales, a quienes hemos olvidado, golpeado y hemos hecho a un lado de nuestro sentir humano: ¡Por favor, nos urge Cristo, o también, nos urge nuestra condición de seres humanos!, “invitarnos fuertemente a la mutua cordura”.
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