Contemplativos en la acción y activos en la contemplación

Lic. Lupita:

Me he dado cuenta de que, ante la crisis que se nos viene por el ataque de Estados Unidos, y por nuestro pobre Gobierno, se ha promovido mucho la oración. Recibo invitaciones para rezar el Rosario, hacer Novenas y practicar toda clase de actos piadosos. ¿No son tiempos de actuar?; ¿de qué nos sirve rezar como locos si seguimos cometiendo los mismos errores?
Yo quiero hacer algo que sirva, y creo que necesitamos actuar.
Javier F.

Muy estimado en Cristo, Javier:
Los tiempos de catástrofes son tiempos de contemplativos. Así reflexionaba el Arzobispo Luis María Martínez recordándonos, por ejemplo, el surgimiento de Vicente Ferrer y Catalina de Sienna cuando se dio el Cisma de Occidente, o la influencia vigorosa de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila y muchos otros Santos en el siglo del protestantismo.
Acción y contemplación salvan al mundo por distintos caminos. Las dos son necesarias; pero, sin duda, la contemplación tiene el poder sobrenatural de Dios. En nuestros días, la vida espiritual no se cultiva porque desconocemos su poder restaurador.  La acción va a Dios por los hombres, y la contemplación viene a los hombres por Dios.
La catástrofe moral a la que asistimos es fruto de nuestro distanciamiento de Dios. Ciertamente tenemos autoridades que representan al hombre de hoy: egoísta, superficial, hedonista. ¿En dónde quedaron aquellos caudillos que daban la vida por sus congéneres? Eran hombres que tenían un corazón debidamente formado por madres que cumplían su misión primaria de amar y enseñar a amar. Hombres, hijos de padres ejemplares que respetaban la Ley de Dios y las Leyes humanas justas.  
Con el materialismo hemos destruido a la familia y, con ello, los hombres de hoy no tienen contenido, son huecos, se olvidaron de alimentar el espíritu y atienden en exceso al cuerpo.
¿Cómo salimos ahora de este ambiente que se ha venido cocinando a partir del Siglo XVII, cuando dijimos que no necesitábamos a Dios?
Reconstruyendo aquello que destruimos, volvamos a la idea de Dios, al reconocimiento de Su Verdad; ¡alabémosle y hagamos lo que nos pide! Padres y madres de familia, vuelvan a desempeñarse como tales;  hijos, respeten a su padres; líderes sociales y políticos, busquen el bien común; cultivemos las buenas costumbres y provoquemos que nuestros Gobiernos las promuevan y protejan.
Sí hay mucho qué hacer en el actuar y vamos a dar todo lo que está en nuestras manos. Pero debemos reconocer que, sin la ayuda de Aquél que nos hizo por Amor, no tendremos la fuerza suficiente para triunfar. 
Son tiempos de volver a Dios, de ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación. ¡Oremos con fe, con insistencia! La oración sincera tiene poder transformador que opera en beneficio de nosotros mismos y de los demás.
El Papa Benedicto XVI afirmaba que si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida.
Entreguemos al Señor nuestros cinco panes y dos pescados, que son: nuestra oración y nuestros esfuerzos humanos… Él, por la intercesión poderosa de Nuestra Madre Santísima, ¡hará el milagro!

Lupita Venegas Leiva/Psicóloga
Facebook: lupitavenegasoficial

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