Murmuran, Sancho…
Pbro. Emiliano Valadez Fernández
Diócesis de San Juan de los Lagos
La bondad y la ternura de Dios se ocultan entre las páginas de la Biblia; la misión privilegiada del Profeta consiste en sacar a la luz lo escondido de Dios. Mientras que en la concepción de los pueblos vecinos de Israel sus dioses se experimentaban alejados, para el pueblo de Israel, Yahvé no era un ser lejano y difuso, sino Aquél que modela nuestra vida amándonos con un amor apasionado.
La misión del Profeta es ser fiel a la Palabra de Dios, y cuando los Profetas están pasando por grave crisis a causa de su débil identidad, un Profeta auténtico y exigente exclama lo siguiente:
¨Vengan a comer, animales del campo,
bestias todas de la selva.
Los guardianes están ciegos,
ninguno sabe nada.
Son todos perros mudos,
incapaces de ladrar;
vigilantes perezosos,
a quienes gusta dormir;
perros hambrientos que jamás se hartan.
¡Y son ellos los pastores!,
pero no saben comprender.
Cada uno va por su camino,
cada cual busca su interés¨(Is 56,9-11).
El Profeta no puede ser un perro mudo, incapaz de ladrar. Al Profeta no se le puede tolerar que sea un vigilante perezoso. El Profeta no puede comportarse como un perro hambriento que jamás se harta. Así no pueden ser Pastores y que cada uno ande desorientado y busque su interés.
La Iglesia mexicana no puede aceptar ser vista y considerada como la anterior descripción del Profeta Isaías. Me agradó escuchar, en días pasados, a un comentarista en televisión que proponía, como un posible camino para lograr la unidad de los mexicanos, a la Iglesia Católica Mexicana.
El pueblo de Israel, pueblo pequeño y débil, siempre sufrió en la antigüedad la opresión de los pueblos vecinos. Y cuando 750 años antes de Cristo era sometido por el Imperio Asirio con impuestos gravosos, los Reyes tenían la tentación de acudir al país poderoso del Sur, a Egipto, solicitando su ayuda. Los Reyes buscaban hacer alianzas con Egipto que garantizasen su seguridad contra Asiria. Y serán los Profetas Isaías y Sofonías, con sus oráculos, los que inviten a confiar en el Señor y no en tratados políticos.
El contexto actual
Nos estamos hartando de tanta palabrería en los Medios de Comunicación, que pretenden fincar el éxito actual y futuro de México en una alianza con el Presidente entrante de Estados Unidos de América. Y si no vemos un porvenir halagüeño de nuestro país, queremos echarle la culpa a Donald Trump.
La Iglesia Mexicana, como pueblo profético, tendría que buscar caminos para ir combatiendo los dos campos “que nos tienen de rodillas¨ ante el país de Norte: la inseguridad por causa del narcotráfico, y la corrupción en todos los niveles de la Administración. Es cómodo culpar al Presidente Trump y no reconocer nuestras principales lacras sociales. Proféticamente, tendrá que difundirse una visión diferente del capitalismo, del progreso y de los procesos de modernidad. Vivir bien significa cuidar la vida. De esta forma, los Estados deben cuidar la vida, no solamente la economía. Al capitalismo le interesa solamente el dinero, generar riqueza, pero sólo algunos se apropian y millones están sin riqueza. Más aún, en pobreza extrema.
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