Vocación desde el hogar

Mi Familia, el primer Seminario; el Seminario, mi nueva Familia

4 de teo

Luis Alberto Pulido González,
4º de Teología

Mucho hemos escuchado sobre la vocación y el impacto que causa en aquellos que lo escuchan. En mi caso, Dios se ha valido de muchas maneras. Mi llamado lo recibí por testimonio de mi Párroco: Don Florentino Gómez Pérez, en cuya entrega a su ministerio vi la acción del Buen Pastor que me llamaba a imitar esa actitud.
Entré como monaguillo al Santuario de San Nicolás de Bari, donde ayudé por poco más de tres años. Dios volvió a mostrarme su mirada de predilección y recibí la invitación al Preseminario de Pascua 2003, una semana llena de alegrías, donde pude sentir que ésta es mi vocación. Seguí viviendo con mi familia, a la que estoy en eterna deuda por formarme para ser quien soy. Ingresé al Seminario a la etapa de Sem-Fam (Seminaristas en Familia) en Santa Teresita, a cursar Tercero de Secundaria. Fuimos un grupo de 13, de los cuales sólo quedamos tres.

La vida de internado
El 8 de agosto de 2005 daría un paso importantísimo para mi vida: internarme en el Seminario Menor a la Preparatoria, junto con 189 adolescentes que buscábamos seguir a Cristo. Fueron años de gran alegría y mucho aprendizaje, en los que formamos amistades que han perdurado hasta la actualidad. Terminamos la Preparatoria sólo 87, aunque el Grupo volvió a nutrirse de compañeros con los alumnos del Curso de Nivelación, quienes entran ya con Bachillerato terminado; fueron 86 nuevos seminaristas que engrosaron el número de los llamados.
Luego, el Curso Introductorio que se realiza en Tapalpa, Jalisco, inició con una matrícula de 124 alumnos, pues no todos los que concluyeron el Seminario Menor siguieron la formación. Es un año maravilloso, en plena sierra y con el único fin de dedicarnos a conocer al Señor que nos llama. Allá recibimos la Sotana, vestimenta propia del seminarista. Regresamos sólo 102 al Seminario Mayor en Guadalajara.
Al retornar, estudiamos en la Facultad de Filosofía por tres años para poder conocer el pensar del mundo y saber dar respuesta a él, siendo tiempos de mucho estudio y profundización en los libros. Al concluir dicho trienio, vivimos el cambio de Rector. Nuevos aires llegaron a la Casa. Por ejemplo, al terminar el primer año de la Facultad de Teología fuimos el primer Grupo que de manera sistemática retomó el Año de Servicio para conocer de lleno la Pastoral a la que serviremos por toda la vida. A unos nos tocó la labor de maestros y formadores de los Seminarios Menores Auxiliares, y a otros en las comunidades parroquiales. Ambos destinos, llenos de aprendizaje y de retos para superar en la formación. Al retornar al Seminario Mayor, volvimos a las clases, pues los estudios teológicos nos esperaban para poder llevar las palabras correctas a esos retos que descubrimos en el servicio.
Muchos fuimos los llamados y pocos los escogidos, a partir de los Grupos de la Preparatoria, ya que sólo quedamos 17, y del Grupo de Nivelación otros 17, más los que se incorporaron a la generación en el paso de los años, para ser un total actual de 39. Por cierto, cursando nuestro último año del Seminario quedan muchas expectativas e ilusiones para ejercer el ministerio Sacerdotal; pero nos sabemos confiados en Aquél que desde el principio nos llamó.

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