Hea Wo pasó por 10 cárceles distintas de Corea del Norte, escapó dos veces a China y en las dos la deportaron. Según cuenta, su madre era cristiana, pero cuando era pequeña ella no lo sabía porque “en Corea del Norte han matado a mucha gente por creer en Jesús y también a sus familiares”.
Según precisa, en una celda para 40 personas las autoridades metían a más de 100. Recuerda que cuando iba a la zona de trabajos forzados tenía tanta hambre que tomaba del suelo cualquier cosa que encontrara, desde hojas hasta bichos.
“Moría tanta gente por hambre que no daba tiempo a quitar los cadáveres, los dejaban a un lado y posteriormente doblaban el cuerpo y se lo llevaban en una carretilla”, asegura en el vídeo.
Como no tenían ropa para abrigarse, los presos quitaban la ropa a los que habían fallecido.
La crueldad del régimen es tal que cuando un hombre intentó escapar, en vez de matarlo directamente, le dispararon en las piernas y lo ataron en un lugar donde había muchísimo sol para que se desangrara allí.
“Hicieron pasar a todos los presos por delante de él para que viéramos cuál era el castigo por intentar escapar. El hombre murió al día siguiente”, recuerda.
Hea Wo asegura que un día comprendió lo mucho que el Señor la amaba “cuando vio entrar la comida, que era maíz cocido”. A pesar del intenso hambre que sufría, ella compartía su comida con los presos más necesitados porque para ella era “dar su vida por otra gente”.
Cuando les daba la comida a los más desnutridos “veía en su cara, durante segundos, la alegría. Ver esa cara llenaba su corazón de gozo 100 veces más”.
En la oración, Hea Wo supo que el Señor le pedía más. “Un día el Señor me dijo: ‘Tienes que hablar de mí’”, a lo que pensó: “Señor, esto es la cárcel. Yo no conozco el corazón de nadie, ¿cómo voy a hablar de ti? Si me denuncian moriré”.
Pero poco después tuvo una certeza: “No me importa morir porque tengo esperanza en el Cielo”, pero se encontró con la dificultad de encontrar un lugar en donde reunirse, sin ser descubiertos, para orar.
También en la oración supo que el único lugar donde podría rezar sin ser descubierta sería el baño.
“Me sorprendió este lugar porque ¿cómo podíamos adorar al Señor en un sitio tan sucio y maloliente? Pero era el lugar más seguro, a pesar de que cuando llovía se inundaba y no había ventilación, por lo que por el olor nos podríamos marear. Entrar en al baño era un suplicio, pero realmente era el lugar más seguro porque nadie sospecharía allí”, explica en el vídeo.
Asegura también, convencida, que “el Señor no nos da cosas que no podemos hacer. Tan sólo debemos obedecer su Palabra”.
Esta cristiana coreana también pide oraciones a los cristianos de Europa por los que sufren persecución. “Dad gracias a Dios siempre porque tenéis Derechos Humanos y libertad religiosa. Para buscar esa libertad he vagado, he corrido, he caminado más de 10 mil kilómetros hasta llegar a Corea del Sur”, apunta.
También lanza una petición: “Cada vez que comáis, dad gracias. Cuando dormís en una cama caliente y hay abundancia de comida, acordaos de quien no la tiene”.
“Si los cristianos en Corea del Norte quieren tener tiempo con Dios deben ir al bosque o fingir que quitan hierbas en los cultivos de maíz y rezar allí. Aunque uno siempre debe estar vigilando. Orad por esta gente. Sin encontráis dificultades o momentos críticos, no os quejéis ni maldigáis porque tenéis fe. Dad gracias a Dios”, apunta.
Según datos de Open Doors, aunque no hay cifras oficiales, se calcula que en Corea del Norte hay entre 200 mil a 400 mil cristianos.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 28 de junio de 2016
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