El Papa invita a adherir a la campaña ‘Share the Journey’, ‘Compartir el Viaje’, que es lanzada hoy por Caritas Internacional, en favor de las familias que se ven forzadas a emigrar. Francisco habló de ello durante la audiencia general de hoy. En el saludo en inglés, Francisco invitó a “adherir a esta iniciativa elogiable como signo de solidaridad con nuestros hermanos y hermanas necesitados”, y, al término de la audiencia, en italiano, dijo: “Estoy contento de recibir a los representantes de Caritas, aquí reunidos, para dar inicio oficial a la campaña ‘Compartamos el viaje’, la cual he querido que coincidiera con esta audiencia. Doy la bienvenida a los emigrantes, a quienes solicitan asilo y a los refugiados que, junto a los trabajadores de la Caritas italiana y de otras organizaciones católicas, son signo de una Iglesia que busca ser abierta, inclusiva y acogedora. Gracias a todos ustedes por su incansable servicio. ¡Realmente todos merecen un gran aplauso!”
“Con su compromiso cotidiano – agregó – ustedes nos recuerdan que Cristo mismo nos pide acoger a nuestros hermanos y hermanas emigrantes y refugiados con las brazos bien abiertos. Precisamente así, con los brazos bien abiertos, dispuestos a un abrazo sincero, afectuoso y envolvente, un poco como es esta columnata de la Plaza San Pedro, que representa a la Madre Iglesia que abraza a todos al compartir el viaje en común. También doy la bienvenida – concluyó – a los representantes de tantas organizaciones de la sociedad civil abocadas a la asistencia a los emigrantes y refugiados que, junto a Caritas, han dado su apoyo a la colecta de firmas para una nueva ley migratoria, más pertinente al contexto actual.”.
Anteriormente, dirigiéndose a las 20.000 personas presentes en plaza San Pedro, Francisco se había referido a los “enemigos de la esperanza”. “Porque también la esperanza, como todo bien en este mundo, tiene enemigos”.
“No es verdad –prosiguió- que ‘mientras haya vida, hay esperanza’ como suele decirse. Es más bien lo contrario: es la esperanza lo que tiene la vida en pie, lo que la protege, la custodia y la hacer crecer. Si lo hombres no hubiesen cultivado la esperanza, de no haberse regido por esta virtud, jamás habrían salido de las cavernas, y no habrían dejado huellas en la historia del mundo. Es lo más divino que pueda existir en el corazón del hombre”.
“La esperanza – siguió diciendo – es el impulso en el corazón de quien parte dejando casa, tierra, a veces familiares y parientes, para buscar una vida mejor, más digna para sí y para sus seres queridos. Y también es el impulso en el corazón de quien acoge: el deseo de encontrarse, de conocerse, de dialogar… La esperanza es el impulso a ‘compartir el viaje’ de la vida, como nos recuerda la Campaña de Caritas que hoy inauguramos. Hermanos, ¡no tengamos miedo de compartir el viaje! ¡No tengamos miedo de compartir la esperanza!”
“La esperanza no es una virtud para gente con el estómago lleno. Es por eso que, desde siempre, los pobres son los primeros en llevar la esperanza. Para entrar en el mundo, Dios tuvo necesidad de ellos; de José y de María, de los pastores de Belén. En la noche de la primera Navidad había un mundo que dormía, acomodado en tantas certezas adquiridas. Pero los humildes preparaban en lo oculto la revolución de la bondad. Eran completamente pobres, alguno que otro se asomaba un poco sobre el umbral de la supervivencia, pero eran ricos del bien más precioso que existe en el mundo, que es las ganas de cambiar”.
“A veces, tener todo en la vida es una desgracia. Piensen en un joven al cual no se la ha enseñado la virtud de la espera y de la paciencia, que no ha tenido que sudar nada, que ha quemado etapas y a los veinte años ‘ya sabe cómo es el mundo’; ha sido destinado a la peor condena: la de ya no desear más nada. Parece joven, y sin embargo el otoño ya ha caído en su corazón. Tener un alma vacía es el peor obstáculo a la esperanza. Es un riesgo del cual nadie puede decir que está excluido; porque ser tentados contra la esperanza es algo que puede pasar incluso cuando se hace el camino de la vida cristiana. Los monjes de la antigüedad denunciaron uno de los peores enemigos del fervor: ese ‘demonio del mediodía’ que hace ceder de una vida comprometida, justo cuando el sol arde en lo alto. Esta tentación nos sorprende cuando menos lo esperamos: las jornadas se vuelven monótonas y aburridas, ya ningún valor parece ameritar el cansancio. Es la acedia – como la definían los Padres – que erosiona la vida desde adentro hasta dejarla como un envoltorio vacío. Cuando esto sucede, el cristiano sabe que esa condición debe ser combatida, y jamás aceptada supinamente. Dios nos ha creado para la gloria y para la felicidad, y no para regodearnos en pensamientos melancólicos. Es por eso que es importante custodiar el corazón propio, oponiéndose a las tentaciones de infelicidad, que seguramente no provienen de Dios. Y allí donde nuestras fuerzas parecen ser flacas y la batalla contra la angustia particularmente dura, siempre podemos recurrir al nombre de Jesús. Podemos repetir esta oración sencilla, de la cual incluso encontramos huellas en los Evangelios y que se ha vuelto el punto de inflexión en tantas tradiciones espirituales cristianas: ‘Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ¡ten piedad de mí, que soy un pecador!’”
“No estamos solos cuando combatimos contra la desesperación. Si Jesús ha vencido al mundo, es capaz de vencer en nosotros todo aquello que se opone al bien. Si Dios está con nosotros, nadie nos robará aquella virtud de la cual tenemos absoluta necesidad para vivir, Nadie nos robará la esperanza”.
Por último, en los saludos en español, el Papa ha recordado a las poblaciones recientemente afectadas por el devastador paso de Irma y María: Dios “bendiga” a Puerto Rico y a todo el Caribe, golpeados en los últimos días por los huracanes.
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