En su intervención, Mons. Gallagher aseguró que “el Papa Francisco no se cansa nunca de situar a la gente en primer lugar, especialmente a aquellos que sufren, a aquellos que han sido excluidos, marginalizados, dejados de lado”.
Explicó que “situar a la gente en primer lugar significa proteger, en todas sus fases y en toda circunstancia, la dignidad de la persona y sus derechos humanos y libertades fundamentales. De forma específica, los derechos a la vida y a la libertad religiosa, así como todos los demás derechos inherentes los cuales son los pilares fundacionales de la paz, la seguridad y el desarrollo humano integral”. Por ello, llamó a “situar a la gente y a sus necesidades en el centro de nuestras acciones”.
En su discurso ante la Asamblea General de la ONU habló del deterioro medioambiental, la inestabilidad mundial como consecuencia de las guerras, la gestión de la llegada de refugiados y migrantes, el tráfico de personas y las armas nucleares.
Deterioro medioambiental
Mons. Gallagher mostró su preocupación, la de la Iglesia y la del Papa por la degradación del medioambiente y sus efectos en las personas, especialmente en los más desfavorecidos y expuestos a los abusos.
“Todo daño hecho contra el medioambiente es un daño realizado a la humanidad, hoy y mañana”, advirtió. “De este modo, el mal uso y la destrucción del medioambiente siempre van acompañados por un implacable proceso de exclusión, ya que el deterioro del planeta afecta, principalmente, a miles de millones de prisioneros de la pobreza que viven en todo el mundo en condiciones de gran estrés medioambiental”.
Señaló que “esta dramática realidad de exclusión y de desigualdad, debe llevarnos a hacer un balance de nuestras responsabilidades comunes e individuales. El urgente llamado a cuidar la creación, invita a toda la humanidad a trabajar sin vacilación hacia el desarrollo sostenible e integral”.
“Sólo será posible mejorar las condiciones climáticas y el entorno medioambiental si aceptamos la necesidad de cambiar el modo en que percibimos el mundo, y si cambiamos la forma en que nos relacionamos con él. Aunque nuestro hogar común está cayendo en un estado de grave deterioro, todavía podemos revertir esa tendencia de degradación medioambiental”, alentó.
Guerras e inestabilidad mundial
También hizo un repaso sobre los principales puntos de conflicto y violencia en el mundo. Habló en primer lugar de la guerra en Yemen, “una catástrofe humanitaria de proporciones apocalípticas”. Citó también “la tragedia de la guerra en Siria, que continúa creciendo día a día”.
Sobre estos dos asuntos, señaló que “los actores implicados deberían sentarse en una mesa de negociación de las Naciones Unidas con la única condición previa de respetar los derechos humanos y permitir el acceso a la ayuda humanitaria. Al mismo tiempo, los Estados, especialmente aquellos que en algún momento de la reciente historia han estado envueltos en el conflicto de forma directa o indirecta, deben tomar todas las medidas necesarias para obtener un alto el fuego, primer paso hacia la paz”.
Por otro lado, “la Santa Sede se encuentra especialmente preocupada por las divisiones políticas e inestabilidades en Venezuela debido a su crisis humanitaria. También las complejas tensiones políticas y diplomáticas en la Península Arábiga y la violencia, junto con diversas situaciones humanitarias, en Oriente Medio deben ser gestionadas adecuadamente por la comunidad internacional”.
“La continua violencia y la tensión política extrema en la República Democrática del Congo exige un compromiso urgente y eficiente asumido por todas las partes con la finalidad de lograr una solución a la actual crisis constitucional. Asimismo, existe la necesidad de promover una concienciación pública auténtica de buscar una salida a las constantes situaciones de conflicto con la vista puesta en la búsqueda de soluciones pacíficas y negociadas, especialmente en Ucrania, Sudán del Sur o República Centroafricana, entre otros”.
Corrupción, tráfico de drogas y terrorismo son otros problemas graves que amenazan la estabilidad y la paz en diversas regiones del planeta, según afirmó el Secretario Pontificio para las Relaciones con los Estados.
Refugiados y migrantes
Sobre la crisis de refugiados y migrantes, indicó que “la completa protección de las personas sólo es posible por medio de una paz duradera. En este sentido, la protección de la población civil debe estar asegurada también durante los conflictos bélicos. Los recientes y gangrenados conflictos debilitan el orden internacional, al mismo tiempo que lo debilitan, y son causa de inexplicables sufrimientos, desplazamientos masivos, flagrantes violaciones de los derechos humanos universales y fundamentales, y de la pobreza extrema”.
“No hay peor crisis causada por el hombre que los conflictos violentos”, aseguró. Los conflictos “impulsan a la gente a emigrar, o a convertirse en refugiados. Engendran atrocidades en masa y crímenes contra la humanidad. La lamentable situación de cientos de miles de migrantes y refugiados debido a las guerras, persecuciones, desastres naturales y pobreza extrema, especialmente en Nigeria, Myanmar, Somalia y otros países de la región sub sahariana, entre otros, es una gran responsabilidad para todos sin excepción”.
Por ese motivo, “la Santa Sede insta a la comunidad internacional a superar el actual estancamiento político y a superar los sentimientos negativos a los que nos enfrentamos, a abrir caminos seguros, ordenados y regulados para la migración”.
Tráfico de personas
Otro gran reto al que se enfrenta la comunidad internacional es el tráfico de personas. “En la raíz de esta otra forma de esclavitud contemporánea están las guerras, conflictos, la pobreza extrema, el subdesarrollo y la exclusión, la falta de educación, la falta de oportunidades laborales y los desastres medioambientales”.
Asimismo, denunció el “egoísmo exacerbado que alcanza niveles inimaginables de irresponsabilidad moral en el caso del tráfico de niños, órganos, tejidos y embriones, y en el llamado turismo del trasplante, en el origen de tráfico criminal”.
“El Papa Francisco llama a todos, en particular a las autoridades competentes, a enfrentar este execrable crimen con instrumentos jurídicos eficientes, que permitan condenar esta clase de actividades y que permita ayudar e integrar a las víctimas, así como erradicar las raíces que se encuentran en el origen de este mal”
Desarme nuclear
Por último, Mons. Gallagher hizo un llamado a comprometerse en el desarme nuclear: “la proliferación de armas, incluidas las armas de destrucción masiva, entre grupos terroristas y otros actores no estatales, se ha convertido en un problema real”, lamentó.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 26 de septiembre de 2017
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