Enseñar a vivir. La Fuerza del Amor

Dra. María Cristina Martínez Arrona*

Ser luz en la oscuridad, proporcionar vida, espacios de libertad, paz en la turbulencia, esperanza en el sin sentido, alegría en la angustia; otorgar sentido de vida y experiencia de plenitud a los que nos rodean ¿no es testimonio de la fuerza del amor? En el Arte de amar, Erich Fromm (1956) decía “el amor es un poder que produce amor”. La dimensión más importante del amor es cuando una persona obsequia lo más valioso que tiene: su propia vida, a través de la palabra, de su presencia y/o de sus acciones.

Es fascinante ver el éxito y talento de personas, instituciones o grandes firmas, en cualquier campo, en lo deportivo, científico, político, cultural, económico, pero, ¿qué decir del tiempo y/o las personas que están detrás de ello entregando su vida en el día a día por conquistar su sueño? Dar la vida con amor no solo ‘produce amor’ en quien o en que lo recibe cualificando así la persona y/o al proyecto, sino que la persona en sí misma, al amar trasciende con esas acciones su propia existencia. El amor no se entrega con el propósito de recibir, sino por la dicha de poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos.

Algunas personas realizan grandes proyectos gracias a un impulso particular, sin contar con el apoyo de otras personas y/o instituciones, pero, independientemente de ello nos preguntamos: ¿Qué anima a un atleta superar una marca? ¿Qué motiva a un investigador dedicar su tiempo en la búsqueda de una mejor calidad de vida? ¿De dónde saca fuerzas una madre-padre para impulsar con optimismo las dificultades de sus hijos? ¿Qué empuja a un maestro(a) el buscar múltiples formas de preparar su clase para que esta sea significativa a sus alumnos? ¿De dónde sacan fuerza las personas para entregar y llevar a límite sus vidas por un proyecto que les trasciende?  

Esta energía, espíritu, motivación, impulso, fuerza lo da el amor; el amor propio, el amor a la sociedad, el amor a la familia, el amor a Dios, el amor a la trascendencia. El amor produce y multiplica el amor, hace fecunda nuestra vida. La persona de fe, reconoce en esta experiencia el dinamismo pascual, la fuerza de la gracia, el triunfo de la vida ante la muerte, la presencia de Dios. Es la experiencia de Pablo “mi vida está afianzada en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20).

Albert Camus (1954) escribió “no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor”. Para los cristianos ese algo “más fuerte y mejor” tiene rostro, además de ser la fuente y el como del amor.

*Jefa de Universidad a Distancia, UNIVA

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