Pastoral para la Comunicación.- Hace más de 3 décadas abrió sus puertas la Casa del Migrante de los misioneros scalabrinianos en nuestra ciudad, en donde se cumple la bella misión de brindar techo y alimentos a los hermanos migrantes y refugiados de todo el mundo.
A lo largo de estos años se han vivido tiempos complicados como la llegada de las caravanas, los cambios en las políticas migratorias en México y Estados Unidos, el recorte de recursos federales, aumento de la violencia y el crecimiento de sentimientos de xenofobia, racismo e indiferencia.
Es por eso que se le hace un llamado a la comunidad, retomando el mensaje de Mons. Arturo Bañuelas que invita a vivir en solidaridad, a reconocer a nuestros hermanos migrantes como nuestro “otro yo”, una extensión de nosotros mismos, una invitación espiritual a abrazar nuestras diferencias como regalos que enriquecen nuestras vidas y nos hacen seres humanos mejores, más completos y más valiosos.
Se ha logrado apoyar a poco más de 250,000 personas desde su fecha de apertura, en donde se ha consolidado una amplia gama de servicios para la reinserción laboral y social de los migrantes a la sociedad.
Actualmente se lleva a cabo el proyecto del Centro Scalabrini de Formación para Migrantes (CESFOM) y una nueva línea de acción de Protección a Refugiados que, en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, responde a la nueva realidad que se vive en Tijuana con la llegada de migrantes de diferentes nacionalidades y busca garantizar la protección y respeto de sus derechos humanos y los de sus familias.
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