Editorial de Semanario #1160
Los sindicatos en México, mecanismos de control de trabajadores y pilar del corporativismo en el régimen del PRI, están ahora amenazados por los nuevos liderazgos sindicales de la Cuarta Transformación.
La paradoja es, que en un nuevo mundo laboral, regido por normas y el respeto a la libre afiliación de los trabajadores, de elecciones directas y por voto secreto e individual persistan viejos liderazgos, como el de Napoleón Gómez Urrutia o el de Elba Esther Gordillo.
Avanza la reforma que cambiará el sistema de justicia del trabajo y la dinámica de las relaciones obrero-patronales con la libertad y la democracia sindicales que, sin embargo, tienen como problema de fondo, las exigencias de Estados Unidos para integrar el acuerdo mercantil con nuestro país y Canadá.
Los estadounidenses no quieren más dumping, laboral, con sindicatos a modo, que facilitan salarios bajos. Que la justicia laboral venga de fuera, por exigencia del mercado, parece inverosímil. Por ejemplo, la Comisión de Comercio de Estados Unidos, prevé un incremento salarial de 17% en el país, al fortalecerse las normas y derechos laborales, incluida la negociación colectiva.
Pero hay el temor en Canadá y Estados Unidos, de que el nuevo escenario laboral y sindical, se vuelva simulación. En el nuevo escenario, ya no se dictarán desde la Secretaría del Trabajo, topes salariales para las revisiones contractuales; las Juntas locales de Conciliación ya no expedirán tomas de nota sin cumplirse los trámites establecidos, y ya no registrarán contratos colectivos pactados por sindicatos blancos o de protección.
Bajo el nuevo marco se creará un Centro Federal de Conciliación y Registro Sindical en sustitución de las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
La productividad de las empresas podrá incrementarse y se aprovecharán las multihabilidades de un trabajador, al desaparecer el escalafón ciego, que premiaba la fidelidad con ascensos sin raciocinio. En ese sentido, se contempla la desaparición de la Cláusula de Exclusión, es decir, la expulsión de un trabajador del sindicato y por tanto de la plaza laboral, y eso le quita al viejo sindicalismo su principal arma de control.
Para muchos analistas, además de las objeciones de los viejos sindicalistas, están las exigencias del sector patronal, para acotar el alcance de la reforma laboral. El objetivo es la posibilidad de creación de sindicatos alternos y mantener la descentralización en el registro de sindicatos y contratos colectivos, y no hacer públicos éstos. Las revisiones contractuales plantean exigencias de incrementos salariales que algunos patrones califican de desproporcionadas.
La doctrina social de la Iglesia (DSI) hace una aportación ético-cultural a la justicia laboral y al sindicalismo, invitando a descubrir las raíces de los valores universales y comunes, especialmente del bien, “optando por los más pobres, invirtiendo y confiando en sus potencialidades humanas y culturales”.
El Evangelio es una fuerza renovadora y transformadora que hace crecer una nueva cultura y solicita respuestas innovadoras, la identidad humano-cristiana lleva a la relación laboral, un torrente de energía necesaria para reforzar la bondad ética de la acción social. El creyente, comprometido en actividades sociales, está llamado a participar en la maduración de la relación obrero-patronal con rostro humano.
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