Pastoral para la Comunicación.- Existen varias advocaciones del Niño en el mundo entero, desde hace unos trecientos años la devoción al Niño Jesús se extendió rápidamente por Europa, América, Asia, África y Oceanía. Entre las representaciones más conocidas se encuentran: El Niño Jesús de Praga, en Checoslovaquia; el Santo Niño de Atocha, en México; el Divino Niño de Arenzano, en Italia y el milagroso Niño Jesús de Bogotá en Colombia.
El objetivo de estas advocaciones es transformarnos para ser cada vez más como Jesús, reconocer nuestra pequeñez y depender de Dios como niños, tal como lo indica Mateo 18,3: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Antiguos narradores cuentan que la devoción al Divino Niño empezó en el Monte Carmelo (Israel) ya que según la tradición, Cristo iba con su frecuencia a ese lugar a pasear y a rezar con sus padres, José y María, y sus abuelos, San Joaquín y Santa Ana. También varios santos difundieron la devoción como San Antonio de Padua y San Cayetano fueron devotos del Niño Jesús y por eso se les ha retratado llevándolo en sus manos. Otros santos que contribuyeron grandemente a difundir la devoción al Niño de Belén fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Por ejemplo Sta. Teresa de Jesús, la santa, mística, doctora de la Iglesia, era devota a la infancia de Jesús. Prueba de ello es la presencia de la imagen del Niño Jesús en cada una de sus fundaciones carmelitanas. La hermosa imagen -que recuerda justamente al Niño Jesús de Praga, “el Lloroncito”, porque con su mano derecha bendice y con la izquierda sostiene un globo que representa el universo- se encuentra en el Convento San José de Toledo; una de las fundaciones de Teresa de Jesús. La imagen, que sólo mide 20 centímetros de altura, fue tallada en madera y data del siglo XVII, fue llevada por la santa a Toledo cuando fundó el Convento en esta ciudad en 1569, siendo su quinta fundación.
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