Reconozco que ayer hablé de la película no por interés cultural, sino porque me puse a llorar como una magdalena. La comencé a ver (por segunda vez en mi vida) con una curiosidad meramente cinematográfica, pues había leído algunas cosas más sobre la cinta y me interesaba comprobar algunas cosas. Pero nada, lloré y lloré.
Lo interesante es que he oído, sin poder verificarlo, que Capra, en un momento dado de su vida, pensó hacer un cine más comercial, menos trascendente. Y dice que recibió la visita de un desconocido que le dijo que estaba desaprovechando sus dones.
Y que ese hombre le dijo que cuántos estaban escuchando en ese momento a Hitler, pues estaba hablado en la radio: “¿Cinco, diez, quince millones?”. Que a él, a Capra, le podrían escuchar cientos de millones de personas a oscuras y durante dos horas.
Incluso he oído que tras esa visita se fue a confesar. De ese cambio, de ese giro en su vida nacería, la preciosa Qué bello es vivir. Si alguien puede corroborar en un lugar serio esta noticia se lo agradecería. La historia me impresionó mucho.
Nunca se me había ocurrido comparar a Hitler de esa manera con Frank Capra, pero es verdad, la pura verdad. ¡Qué inmenso poder el de los cineastas y novelistas!
La película me ha gustado más desde que sé que una periodista de la CNN han pedido que la retiren por machista y patriarcal. Después de retirar el cuento de la Bella Durmiente, le puede tocar a esta película. Ya dije que el ultrafeminismo es una secta que, a diferencia de otras sectas, es muy divertido. Yo siempre me acuesto pensando: “¿Qué nueva barbaridad graciosa se le habrá ocurrido a alguna ultrafeminista en algún lugar del mundo?”.
¿Será obligatorio, algún día, leer Doña Quijota de la Mancho después de leer la obra de Cervantes?
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