Entre las tradiciones mexicanas que ayudan a los fieles a prepararse espiritualmente para la Navidad está la Corona de Adviento, una costumbre europea que se ha adoptado en nuestro país para propiciar la oración y la esperanza.
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La Corona está hecha de diferentes materiales, tiene motivos navideños y cinco velas: 3 moradas, 1 rosa y 1 blanca. Cada una de las cuatro semanas del Adviento se enciende una –lo mismo que en Navidad–, se reflexiona sobre una lectura bíblica y se hace una oración en familia.
Su forma circular –que no tiene ni principio ni fin–, nos recuerda la eternidad de Dios, y nos hace pensar en los miles de años de espera en el Mesías, desde Adán hasta el nacimiento de Jesús, y actualmente en la segunda venida de Cristo. El follaje que se usa puede ser de abeto, pino o de algún material artificial verde, color relacionado con la esperanza de la vida.
En entrevista para Desde la fe, el padre Luis Fernández Martín, especialista en Pastoral Catequética, explica que con una Corona similar los alemanes suplicaban al dios-sol, pero algunos países la adoptaron como una herramienta cristiana.
“El invierno simbolizaba tiempo de muerte. El día, tiempo de vida. Cristo es la luz del mundo, y por eso el 25 de diciembre la luz comienza a acrecentarse, mientras que la oscuridad a disminuir. El contenido original de la Corona de Adviento nos lo dice; hoy en día la luz de las velas, también”.
Para el sacerdote José Ángel Fernández, párroco de San Patricio y hermano del padre Luis, si con la Corona de Adviento quisiéramos meditar sobre alguna virtud que nos ayudara a vivir más cristianamente la Navidad, esa sería la esperanza.
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“La Corona no puede ser un mero adorno de mesa o en las puertas, sino como un elemento que de veras me ilumine y guíe el camino hacia Cristo, luz del mundo, y darle entonces un sentido cristiano a nuestra existencia”.
Asegura que la esperanza cristiana es fundamental para transformar la vida, la familia, la ciudad, “y los católicos debemos ser los primeros en poner el ejemplo de esperanza”.
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