Así lo dijo el Santo Padre este 4 de diciembre durante su visita a Atenas, la capital de Grecia, al encontrar a una delegación de la Iglesia Ortodoxa autocéfala griega presidida por el Arzobispo ortodoxo, Su Beatitud Ieronymos II.
Después de reunirse en privado con el primado de la Iglesia Ortodoxa autocéfala de Grecia en la sede del arzobispado ortodoxo, el Pontífice señaló que visita “como peregrino, con gran respeto y humildad, para renovar esa comunión apostólica y alimentar la caridad fraterna”.
El Santo Padre admitió “con vergüenza -lo reconozco por la Iglesia católica- acciones y decisiones que tienen poco o nada que ver con Jesús y con el Evangelio, basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, han hecho marchitar la comunión”.
“Hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos. Pero es un gran consuelo la certeza de saber que nuestras raíces son apostólicas y que, no obstante las distorsiones del tiempo, la planta de Dios crece y da frutos en el mismo Espíritu. Y es una gracia que reconozcamos los unos los frutos de los otros y que juntos agradezcamos al Señor por ello”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre recordó que en abril de 2016 visitó junto al Patriarca Ecuménico Bartolomeo y el Arzobispo de Atenas, Ieronymos II, el campo de refugiados Morias, en la isla griega de Lesbos.
La visita se realizó “en la emergencia de uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia y vistos sólo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro”.
“Ahora volvemos a encontrarnos para compartir la alegría de la fraternidad y mirar al Mediterráneo que nos rodea no sólo como un lugar que preocupa y divide, sino también como un mar que nos une”, dijo el Santo Padre.
En este sentido, el Papa reflexionó en el árbol de olivo, y su fruto final que es el aceite, para recordar que “el aceite nos evoca al Espíritu Santo, que dio a luz a la Iglesia” e invocar al Espíritu Santo que es aceite de comunión, de sabiduría y de consolación.
Al destacar que “la comunión entre los hermanos trae consigo la bendición divina” el Papa invitó a invocar “al Espíritu de comunión para que nos impulse en sus caminos y nos ayude a fundar la comunión no en base a cálculos, estrategias y conveniencias, sino sobre el único modelo al que hemos de mirar: la Santísima Trinidad”.
“No nos tengamos miedo, ayudémonos a adorar a Dios y a servir al prójimo, sin hacer proselitismo y respetando plenamente la libertad de los demás, porque -como escribió San Pablo- donde está el Espíritu del Señor hay libertad”, alentó el Pontífice.
De este modo, el Santo Padre exhortó también a desarrollar juntos “formas de cooperación en la caridad” y animó “abrámonos y colaboremos en cuestiones de carácter ético y social para servir a los hombres de nuestro tiempo y llevarles la consolación del Evangelio”.
“En efecto, el Espíritu nos llama, hoy más que en el pasado, a curar las heridas de la humanidad con el óleo de la caridad”, advirtió.
Finalmente, el Papa Francisco invocó la intercesión de los numerosos santos y mártires de estas tierras para que “intercedan para que el Espíritu, óleo santo de Dios, se infunda sobre nosotros en un renovado Pentecostés como sobre los apóstoles de los que descendemos, que encienda en nosotros el deseo de la comunión, que nos ilumine con su sabiduría y que nos unja con su consolación”.
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