El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 9 grados con epicentro en el mar y a 32 kilómetros de profundidad, remeció durante seis minutos la costa oriental de Honshu, la principal isla del país, en especial la prefectura de Miyagi.
Este fuerte sismo, considerado el cuarto más potente del mundo en los últimos 500 años, produjo un tsunami con olas de hasta 15 metros que devastó ciudades y pueblos. Unos 115 mil edificios a lo largo de 400 kilómetros de costa quedaron destruidos, provocando que más 150 mil personas fueran desplazadas y reubicadas en otras zonas del país.
Estas olas fueron la verdadera fuerza destructora, penetrando unos 40 kilómetros en el interior de Japón por la costa este, causando daños especialmente en las provincias de Aomori, Iwate, Miyagi y Fukushima.
Sin embargo, el movimiento telúrico también provocó la caída de la red eléctrica y fallas por recalentamiento en la central nuclear de Fukushima, liberando material radioactivo al océano Pacífico en lo que se considera el desastre nuclear más grave a nivel mundial desde Chernobyl en 1986. El colapso envió nubes de polvo radiactivo sobre la región colindante, obligando a muchas personas a evacuar.
Se estima que 19 mil personas murieron y 150 mil fueron desplazadas por la “triple catástrofe”, muchas de estas no han regresado a sus hogares, sobretodo en la ciudad de Sendai (Miyagi), que es la más afectada.
El encuentro con el grupo de sobrevivientes se realizó en el Bellesalle Hanzomon, donde el Papa fue recibido por el Arzobispo de Tokio, Mons. Tarcisius Isao Kikuchi; y por el Obispo de Sendai, Mons. Martin Tetsuo Hiraga.
Previo a sus palabras, el Santo Padre escuchó los testimonios de Toshiko Kato, sobreviviente del terremoto y tsunami, y jefa de un jardín de infantes católico en la ciudad de Miyako; del sacerdote budista Tokuun Tanaka y del joven Matsuki Kamoshita, ambos sobrevivientes del desastre nuclear.
En su discurso, Francisco les agradeció por expresar “la tristeza y el dolor sufrido por tantas personas, pero también la esperanza abierta a un futuro mejor”. Asimismo, tomando el pedido del joven Matsuki, el Santo Padre invitó a los asistentes a hacer un rato de silencio y rezar por las personas “que perdieron la vida, por sus familiares y por los que aún están desaparecidos. Una oración que nos una y que nos dé el coraje de mirar hacia adelante con esperanza”.
El Santo Padre también agradeció a los que trabajan en la reconstrucción y por “aliviar la situación de las más de cincuenta mil personas que fueron evacuadas” y que aún no pueden volver a sus hogares.
En ese sentido, señaló que esta acción “no puede perderse en el tiempo y desaparecer después del shock inicial, sino que debemos perpetuar y sostener. En relación a lo que señaló Matsuki, algunos de los que vivían en las áreas afectadas ahora se sienten olvidados y no pocos deben hacer frente a continuos problemas: tierras y bosques contaminados y los efectos a largo plazo de la radiación”.
En ese sentido, el Papa alentó a que el encuentro de este 25 de noviembre sirva para hacer un llamado a continuar con la solidaridad hacia las víctimas de estas tragedias, pues sin recursos básicos “no es posible llevar adelante una vida digna y tener lo mínimo necesario para poder lograr una reconstrucción”.
“Nadie se ‘reconstruye’ solo, nadie puede volver a empezar solo. Es imprescindible encontrar una mano amiga, una mano hermana, capaz de ayudar a levantar no sólo la ciudad, sino la mirada y la esperanza”, afirmó.
Francisco destacó el testimonio de Toshiko, quien a pesar de perder su hogar, “está agradecida por poder apreciar el regalo de la vida y sentir la esperanza al ver a las personas unirse para ayudarse entre sí”. “Ocho años después del triple desastre, Japón ha demostrado cómo un pueblo puede unirse en solidaridad, paciencia, perseverancia y resistencia”, afirmó el Papa.
Asimismo, se refirió a las palabras del sacerdote budista, Tokuun, que preguntó cómo se puede responder a otros problemas importantes “que no pueden entenderse o tratarse separadamente: guerras, refugiados, alimentos, disparidades económicas y desafíos ambientales”.
“Es un grave error pensar que hoy en día se pueden abordar aisladamente los temas sin asumirlos como parte de una red más grande”, indicó el Papa.
El primer paso, dijo, “es trabajar y caminar hacia una cultura capaz de combatir la indiferencia”, pues “si un miembro de nuestra familia sufre, todos sufrimos con él”. “Nos pertenecemos los unos a los otros”, señaló.
En ese sentido, indicó que en el caso del accidente de la central de Fukushima, “además de las preocupaciones científicas o médicas, también existe el inmenso trabajo para restaurar el tejido de la sociedad”.
“Hasta que se restablezcan los lazos sociales en las comunidades locales y las personas tengan de nuevo una vida segura y estable, el accidente de Fukushima no se resolverá por completo. Lo cual implica, a su vez —como bien lo señalaron mis hermanos obispos en Japón—, la preocupación por el uso continuo de la energía nuclear, y pidieron la abolición de las centrales nucleares”, señaló el Papa.
El Pontífice también alertó sobre “la tentación de hacer del progreso tecnológico la medida del progreso humano”, un paradigma que “modela la vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad y, a menudo, conduce a un reduccionismo que afecta a todos los ámbitos de nuestras sociedades”.
“Por tanto, es importante, en momentos como este, hacer una pausa y reflexionar sobre quiénes somos y, quizás de manera más crítica, quiénes queremos ser. ¿Qué clase de mundo, qué clase de legado queremos dejar a los que vendrán después de nosotros?”, preguntó.
“Queridos hermanos: En el trabajo continuo de recuperación y reconstrucción después del triple desastre, muchas manos deben juntarse y muchos corazones deben unirse como si fueran uno solo. De esta manera, los que han sufrido recibirán apoyo y sabrán que no han sido olvidados. Sabrán que muchas personas, activa y efectivamente, comparten su dolor y continuarán extendiendo una mano fraterna para ayudar”.
“Una vez más, celebremos y demos gracias por todos aquellos que, de modo sencillo, han tratado de aliviar la carga de las víctimas. Que esa compasión sea el camino que les permita a todos encontrar esperanza, estabilidad y seguridad para el futuro”, expresó.
Luego de este encuentro, el Santo Padre se dirigió a la reunión privada con el emperador japonés Naruhito. Posteriormente, a las 11:45 a.m. el Papa tendrá un encuentro con los jóvenes en la Catedral de Santa María, a las 4:00 p.m. celebrará una Misa en el Tokio Dome, y finalmente dirigirá un discurso a las autoridades y cuerpo diplomático.
Publicar un comentario