CON MÁS FRECUENCIA de la que a mí me gustaría, escucho de unos y otros (y hasta de aquellos) el aburrido lamento de que vivimos “tiempos difíciles”, de que no podemos salir de casa sin sentir miedo a ser asaltados, extorsionados, agredidos, etc., de que el ambiente está cada vez peor y que ya debemos cuidarnos hasta de la propia sombra, y yo -sin malévola intención y sin complicarle la vida a nadie- me pregunto: ¿qué tiempos no han sido “difíciles”?…
A TODOS LOS PROFETAS de calamidades y a los anunciadores de desgracias, lo mismo que a pesimistas por genética y a los que ensalzan las pesadumbres como si fuera deporte, les quiero desear lo que bien podrían considerar como lo peor que les puede suceder en la vida: ¡Ya basta!, ¡déjense de autoenfangarse en los espesos lodos de sus lágrimas!, ¡abran los ojos del alma y atrévanse a mirar cada situación como oportunidad y no como irremediable anticipo del fatídico fin del mmuunnddooooo!!! (vaya, hasta esas cinco letras se hicieron bolas ante tanto tonto miedo)…
NO ME HAGO ILUSIONES de vivir como fantasean los cuentos de hadas y como prometen políticos insulsos -¡no!-; y la fresca fiesta de hoy, que tiene como centro a Cristo Rey del Universo, me da pauta para la esperanza y el gozo, para trabajar ante la adversidad -¡cualquiera!- y para superar obstáculos, me da fuerza para ver que el mal no tiene la última palabra y la primera sigue pronunciándose con toda dulzura y elocuencia…
OYE, AMABLE LECTOR: haz pausa en tu lectura y respóndeme con sinceridad y luego de ponerte a pensar muy en serio al menos por unos instantes: ¿cuál fue la “primer palabra”, cuál deberá ser la “última”?, que si no das pie con bola acertando a la respuesta, soy capaz de decírtelas aquí mismo y con todas sus letras…
PUESTO QUE AÚN no instalamos en esta página de papel la opción de “respuesta inmediata”, y como no tengo la posibilidad de responder “en línea”, pues prosigo con lo anunciado: la primer palabra -¡de Dios, por supuesto!- fue aquella que brotó por sí mismo desde siempre y para siempre, y como natural y lógica respuesta de su amor: su Verbo Eterno, su Hijo Único, Dios de Dios, Luz de Luz…
YA LUEGO Y CON CALMA -aunque dicha expresión tal vez no quepa en ambientes de la eternidad divina- vino la palabra creadora, una palabra que no es ni su hijo, ni es dios, que no es luz de Luz y que marca el inicio de todo este bello universo que no acabamos de conocer: “Y dijo Dios: Hágase la luz” (Gen 1,3); por eso decía líneas atrás que la primer palabra se sigue pronunciando dulce y elocuentemente; y la seguiremos escuchando dulce y elocuentemente (¡gracias, señores científicos, astrofísicos y arqueoastrónomos por seguir investigando las inmensidades del universo!)…
Y PARA NO QUEDAR a medias en lo prometido, sencillamente diré que la última palabra también la tendrá Dios mismo; ni el mal, ni la desolación, ni el aniquilamiento, ni la barbarie, ni la queja, ni nada de su talante o ralea; de Dios la Primera y la Última Palabra, y será palabra como Él solo sabe decirlas, con todo su amor misericordioso, así es como estoy celebrando a Cristo Rey del Universo…
EN EL MIENTRAS pues me dedico a lo cotidiano y de provecho, que si mis horas se desgranan en quejidos y lamentos, ya estaría yo construyendo mi propio infierno, y no, no, NO::: (¡ah caramba, esos puntos suspensivos en condominio nunca habían aparecido por aquí y ni tan adelantados)…
SI TIENES OPORTUNIDAD date una vuelta al Museo Papalote (te lo estoy recomendando y yo apenas voy a ir), en Chapultepec, que aún se presenta un espectáculo sobre la arqueoastronomía maya y sospecho con toda seguridad que ha de estar como para chuparse las estrellas en un sorbo de galaxias (¡¡¿?!!); cierto, ni yo mismo entendí lo que escribí pero con toda claridad digo que disfrutarás echarle una ojeada leve a la vastedad del Universo…
EL TESTIMONIO FINAL de los mártires (en todos los tiempos y en todas las latitudes) corrobora una exquisita parte de nuestra fe: de Dios venimos y a Él nos debemos, en Él está el origen de todo y nuestro destino no es otro sino su Presencia Amorosa gracias a su Misericordia Infinita, nada menos…
ENTRE LOS VARIOS mártires a quienes tengo una especial devoción y afecto, está santa Juana de Arco y santo Tomás Moro, ambos en el extremo de defender el santuario íntimo en donde resuena la voz de Dios, en donde el ser humano se encuentra a solas con Él y en donde escucha una ley de amor y libertad: haz el bien, evita el mal; te invito para que leas el número 16 del documento llamado “Gaudium et Spes”, que sigue siendo una joya permanente del Concilio Vaticano II…
QUE ME DIGAN EXAGERADO o algo parecido, o tantito peor, pero quiero comparar la belleza e inmensidad del universo -con todas sus leyes y secretos, con todo lo desconocido y fascinante que ha de tener en cada estrella y en cada planeta- a lo que sucede en el interior de la conciencia del hombre, donde a solas estamos ¡con Dios!…
DEBO TERMINAR esta página y reitero mi invitación: no te quedes con miedo de los “tiempos difíciles”, no te incorpores al círculo de plañideras perpetuas, ni le juegues a chillar-barato; yo sigo pensando que la queja habitual sólo es signo de un infierno anticipado, donde no se puede proclamar a Cristo Rey ni su reinado…
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