En su mensaje, la comisión presidida por Mons. Luis Alberto Barrera Pacheco, Obispo de Tarma, explicó que “la vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta ‘la acción creadora de Dios’ y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin”.
“Solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente. Así la instrucción Donum vitae, siguiendo el Magisterio de la Iglesia, nos ayuda a comprender la revelación de Dios sobre el carácter sagrado e inviolable de la vida humana”, señala el comunicado de la Comisión publicado el 25 de marzo.
El texto dice que “actualmente nos encontramos frente a una sociedad que no reconoce el valor intrínseco de la vida humana, sino que la pone al mismo nivel de la Creación en general, o como un amasijo de células sin dignidad”.
Asimismo, sostiene que es común “calificar la vida humana desde la perspectiva de calidad, y así se llega a decir que hay vidas que no son dignas de ser vividas, porque no se acotan dentro del concepto de calidad que la sociedad impone”.
“De esta manera se comenten graves injusticias, llegando a decir que hay vidas que merecen ser vividas y otras no, que hay seres humanos de primera y de segunda. ¿Pero quién decide esto? ¿El gobierno de turno? ¿Un grupo ideológico? Cuando solo de Dios nos viene la vida”, añadió.
La Comisión Episcopal describe “este escenario” como parte “de la cultura del descarte sobre la que nos advierte el Santo Padre y que estamos viendo cómo ha ido desarrollándose y tomando fuerza en el tiempo”.
“Para esta cultura una vida sería valiosa dependiendo de su aportación a la sociedad. Si clasificamos a las personas según su calidad de vida y de lo que pueden aportar, entonces estamos cosificando e instrumentalizando al ser humano. El valor de la vida de la persona dependería de agentes de opinión arbitrarios y no de este valor intrínseco y de la dignidad de cada ser humano, independientemente de la forma en que haya sido concebido, de su salud o los planes de las personas de su entorno. Para Dios cada uno de nosotros es valioso, único e insustituible”, destaca el comunicado.
Además, recordaron las palabras del Papa Francisco en su exhortación apostólica Amoris laetitia, en la que señala que “es tan grande el valor de una vida humana, y es tan inalienable el derecho a la vida del niño inocente que crece en el seno de su madre, que de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a esa vida, que es un fin en sí misma y que nunca puede ser un objeto de dominio de otro ser humano. La familia protege la vida en todas sus etapas y también en su ocaso”.
La Comisión también puso énfasis en la alegría demostrada por Juan el Bautista, cuando saltó en el vientre de su madre al sentir la presencia de Jesús, una “alegría transmitida por el Espíritu Santo”, que es “la alegría del cristiano frente a la presencia del Señor, pero también la alegría que surge del reconocimiento de la vida del niño en el vientre materno, desde sus primeras etapas”.
“Es también la alegría que debe acompañar en el apostolado provida. Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural saliendo al encuentro de los más vulnerables, llevando esperanza y alegría”, añade el comunicado.
Finalmente, el mensaje de la Comisión sostiene que este 25 de marzo se encomiendan “de modo especial al cuidado materno de la Virgen María a aquellas personas que salen al encuentro de la madre y el niño por nacer, llevando apoyo y esperanza”.
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