El Papa hizo esta invitación en una carta firmada en San Juan de Letrán el 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, con motivo del cincuenta aniversario del Rito de la Consagración de las Vírgenes, aprobado por parte de la Congregación para el Culto Divino por mandato de San Pablo VI.
“Estáis llamadas, no por mérito vuestro, sino por la misericordia de Dios, a hacer resplandecer en vuestra existencia el rostro de la Iglesia, Esposa de Cristo, que es virgen porque, a pesar de estar compuesta por pecadores, custodia íntegra la fe, concibe y hace crecer una humanidad nueva”, les dijo Francisco.
Destacó que “vuestra llamada pone de relieve la inagotable y multiforme riqueza de los dones del Espíritu del Resucitado, que hace nuevas todas las cosas”.
Al mismo tiempo, “es un signo de esperanza: la fidelidad del Padre pone aún hoy en el corazón de algunas mujeres el deseo de ser consagradas al Señor en la virginidad vivida en su ambiente social y cultural ordinario, arraigadas en una Iglesia particular, en una forma de vida antigua y al mismo tiempo nueva y moderna”.
“El don de vuestra vocación”, continuó, “se manifiesta en la sinfonía de la Iglesia, que se edifica cuando puede reconocer en vosotras mujeres capaces de vivir el don de la sororidad”.
Explicó que “la consagración os reserva para Dios sin haceros ajenas al ambiente donde vivís y en el que estáis llamadas a realizar vuestro propio testimonio en el estilo de la proximidad evangélica”.
Pidió también “que vuestra consagración virginal, con esta cercanía específica a los hombres y mujeres de hoy, ayude a la Iglesia a amar a los pobres, a reconocer la pobreza material y espiritual, a socorrer a los más frágiles e indefensos, a los que sufren por la enfermedad física y psíquica, a los pequeños y a los ancianos, a los que corren el riesgo de ser descartados”.
Asimismo, destacó también el papel que juegan en la sociedad en el contexto de la pandemia mundial de coronavirus. “Que lo que está sucediendo en el mundo os sacuda: no cerréis los ojos y no huyáis, atravesad con delicadeza el dolor y el sufrimiento, perseverad en proclamar el Evangelio de la vida plena para todos”, les alentó.
Subrayó también que “la Oración de consagración, que invoca para vosotras los dones multiformes del Espíritu, pide que viváis en una casta libertas. Que este sea vuestro estilo de relación, para ser signo del amor esponsal que une a Cristo con la Iglesia, virgen madre, hermana y amiga de la humanidad”.
“Con vuestra bondad, tejed relaciones auténticas, que rescaten a los barrios de nuestras ciudades de la soledad y del anonimato. Sed capaces de parresia, pero mantened alejada la tentación del parloteo y del chisme. Tened la sabiduría, la iniciativa y la autoridad de la caridad, para oponeros a la arrogancia y prevenir los abusos de poder”, concluyó.
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