En Budapest, capital de Hungría, el Santo Padre clausurará el Congreso Eucarístico Internacional con una Misa que celebrará en la Plaza de los Héroes.
Este lugar es, tal vez, el monumento más importante de la capital húngara. La plaza es la más grande de la ciudad y su especial simbolismo se debe a que se trata del monumento fundacional de la nación húngara tras el desmembramiento del Imperio Austrohúngaro tras la Primera Guerra Mundial, si bien el monumento es anterior.
Según se lee en la documentación del viaje facilitada por la Sala de Prensa del Vaticano, la Plaza de los Héroes “se encuentra al final de la Calle Andrássy, junto a la cual forma parte del Patrimonio mundial cultural de la humanidad”.
El principal elemento de la plaza es el “Monumento Milenario”, construido “para celebrar en 1896 los mil años de la conquista de la patria”.
El monumento está formado por una gran columna coronada por el Arcángel San Gabriel rodeada de una columnata en la que se alzan estatuas de personajes y símbolos emblemáticos de la historia húngara.
Los personajes más sobresalientes son “los jefes de las siete tribus que fundaron la Hungría del siglo XIX. Cuando el monumento se construyó, Hungría formaba parte del Imperio austríaco y las últimas cinco estatuas de la zona izquierda de la columnata estaban reservadas a monarcas de la dinastía de los Habsburgo”.
Sin embargo, el monumento resultó dañado durante la Segunda Guerra Mundial. “Cuando se reconstruyó, las estatuas de los Habsburgo se sustituyeron por otras figuras”.
De entre las estatuas, tienen especial importancia las que representan a los reyes santos de Hungría San Esteban y San Ladislao.
San Esteban fue el monarca que convirtió Hungría al catolicismo. Coronado en el año 1000, el monarca, además de organizar la Iglesia en el país, mostró siempre una gran devoción a la Virgen María, en cuyo honor mandó construir numerosos templos a lo largo del reino.
El rey San Esteban también se caracterizó por su compromiso con los más desfavorecidos de entre sus súbditos. Repartió numerosas limosnas e incluso atendía personalmente a las personas que acudían a él para pedirle ayuda.
Llegó incluso a vestirse con ropas de albañil para poder acercarse a su pueblo sin ser reconocido, conocer sus necesidades de primera mano y ayudarles.
En cuanto a San Ladislao, ocupó el trono de Hungría desde 1077. Rey piadoso y con una fe profunda, siempre trató de cumplir sus deberes religiosos observando una moral estricta y una vida austera.
Durante su reinado, numerosas tribus paganas trataron de imponerse al poder real. San Ladislao, sin embargo, se esforzó para que los miembros de aquellas tribus se convirtieran al cristianismo y abandonaran el paganismo.
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