En un discurso pronunciado el 9 de septiembre a los participantes del Capítulo general de los claretianos, y difundido por el Vaticano al día siguiente, el Santo Padre compartió en forma espontánea varios consejos importantes para la vida religiosa.
En primer lugar, el Papa recordó que los tres elementos esenciales de la vida consagrada hoy son: “la consagración, que valoriza la relación con Dios; la vida fraterna en comunidad, que da prioridad a la relación auténtica con los hermanos; y la misión, que lleve a salir, a descentrarnos para ir al encuentro con los demás, particularmente de los pobres, para llevarles a Jesús”.
Luego, a reflexionar en el título del Capítulo general “Arraigados y audaces” el Papa subrayó importancia de estar “arraigados en Jesús” y explicó que “esto supone una vida de oración y de contemplación que los lleve a poder decir como Job: ‘Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos’ (Jb 42,5)”.
Por ello, el Santo Padre invitó a tener “una vida de oración y contemplación que permita hablar, como amigos, cara a cara con el Señor. Una vida de oración y contemplación que permita contemplar el Espejo, que es Cristo, para convertirse ustedes mismos en espejo para los demás”.
“’Que tengo mucho que hacer, que mucho trabajo’. Mirá, lo primero que tenés que hacer es mirarlo al que te mandó a trabajar y dejarte mirar por Él. ‘Que estoy aburrido, que todo el tiempo’. Bueno, arreglá los problemas de aburrimiento en la oración con quien corresponda, pero sin oración no va la cosa, así sencillo digámoslo”, afirmó el Papa en forma espontánea.
En esta línea, el Pontífice destacó a los misioneros que “si quieren que su misión sea verdaderamente fecunda no pueden separar la misión de la contemplación y de una vida de intimidad con el Señor”.
Testigos y adoradores“Si quieren ser testigos no pueden dejar de ser adoradores. Testigos y adoradores son dos palabras que se encuentran en las entrañas del Evangelio: ‘Los llamó para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar’. Dos dimensiones que se nutren recíprocamente, no pueden existir la una sin la otra”.
Después, el Papa alentó a no tener “miedo de sus fragilidades” porque “qué lindo es cuando una consagrada, un consagrado se siente frágil, porque siente la necesidad de pedir ayuda. No hay que tenerles miedo, tengan miedo, sí, a caer en la ‘esquizofrenia’ espiritual, en la mundanidad espiritual que los llevaría a fiarse sólo de sus ‘carros’ y ‘caballos’, a fiarse de sus fuerzas, a creerse los mejores, a buscar a veces obsesivamente el bienestar, el poder”.
De este modo, el Santo Padre recordó las “Meditaciones sobre la Iglesia” del Padre de Lubac, en el que se describe el “drama de la mundanidad espiritual” que es “el peor de los males que puede suceder a la Iglesia, peor aún que los males de los papas concubinarios” por lo que alentó a no acomodarse “a esta lógica mundana que hará que el Evangelio, que Jesús, deje de ser el criterio orientativo de sus vidas y de sus opciones misioneras. No pueden convivir con el espíritu del mundo y pretender servir al Señor. Orienten su existencia en base a los valores del Evangelio”.
“Nunca utilicen el Evangelio de modo instrumental, como ideología, más bien úsenlo como vademécum, dejándose orientar en todo momento por las opciones del Evangelio y por el ardiente deseo de ‘seguir a Jesús e imitarlo en la oración, en la fatiga, y en el buscar siempre la gloria de Dios y la salvación de las almas’. Así decía el padre Claret. Funden sus vidas en Cristo, y San Pablo, que la había fundado en Cristo, podía decir: ‘No soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí’”, aconsejó el Papa.
Después, el Santo Padre alentó a ser “audaces en la misión” ya que “la vida consagrada requiere audacia, necesita de mayores que se resistan al envejecimiento de la vida, y de jóvenes que se resistan al envejecimiento del alma. Dicho un poco en jerga cotidiana, no se instalen”.
Asimismo, el Papa recordó que “en la misión no pueden contentarse con balconear, con observar con curiosidad desde la distancia. Podemos balconear delante de la realidad o comprometernos por cambiarla. Hay que optar”.
En este sentido, el Papa exhortó “no sean pasivos ante los dramas que viven muchos de nuestros contemporáneos, más bien juéguense el tipo en la lucha por la dignidad humana, juéguense por el respeto por los derechos fundamentales de la persona”.
Para ello, sugirió dejarse “tocar por la Palabra de Dios y los signos de los tiempos, y a la luz de la Palabra y los signos de los tiempos relean la propia historia, es importante, relean el propio carisma, recordando que la vida consagrada es como el agua, si no corre se pudre”.
“Que la Palabra y los signos de los tiempos nos sacudan de tanta modorra y de tantos miedos que, si no estamos atentos, nos impiden estar a la altura de los tiempos y las circunstancias que reclaman una vida consagrada audaz, valiente, una vida religiosa libre y a la vez liberadora propiamente desde nuestra propia precariedad”, agregó.
Fruto de la pandemiaPor último, el Santo Padre indicó que “uno de los mejores frutos de esta pandemia que ha puesto en tela de juicio tantas de nuestras falsas seguridades” será el “centrarse en lo esencial: Jesús, a poner su seguridad en Él y sólo en Él que es todo el bien, que es el sumo bien, la verdadera seguridad”.
“Y de corazón les imparto a todos ustedes y a todos los hermanos y miembros de la familia claretiana, la Bendición. Y por favor, esto sí se los pido en serio, no se olviden de rezar por mí. Porque si no mendigo oraciones estoy frito”, concluyó el Papa.
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