Señaló que “unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios”. “La Eucaristía une cielo y tierra, abraza y penetra toda la creación, el mundo que surgió de las manos de Dios vuelve a Él en alegre y plena transformación definitiva”.
Advirtió que “nuestro Congreso Eucarístico se desarrolla en una situación en la que somos testigos de una lucha bárbara e intolerante por provocar un punto de inflexión de nuestra civilización”. Sin embargo, recordó que “la verdad y el amor vencen a la oscuridad y al odio”.
El Cardenal afirmó que “la eucaristía, fuente de la vida y de la misión cristiana”.
Sobre el Congreso, lamentó que “la pandemia del coronavirus ha limitado no solo la participación a las celebraciones eucarísticas, sino que para muchos también la posibilidad de encuentro, de comunión, de comunicarse con el Cristo eucarístico”.
También citó unas palabras de la Comisión Teológica Internacional: “La Eucaristía es la fuente de donde surge el potencial evangelizador de la Iglesia”.
En ese sentido, hizo hincapié en que “por medio de la participación de la Eucaristía se confirma la fe de los creyentes. Reconstruida la identidad cristiana, se profundiza en la comunión con Cristo y con los hermanos. Así, los cristianos, dentro de una sociedad dominada por la dictadura del relativismo, pueden dar testimonio de la verdad ante el mundo con la cabeza alta, con valiente serenidad, caridad y mansedumbre según el ejemplo de Cristo”.
En la Eucaristía “el Señor, en el culmen del misterio de la encarnación, quiere unirse a nuestra intimidad por medio de un fragmento de materia, no desde lo alto, sino, desde dentro para que en nuestro mismo ser podamos encontrarlo a Él”. “La comida eucarística, el cuerpo y la sangre, significa que nos comunicamos con Cristo vivo”.
Concluyó recordando que “la Eucaristía tiene una dimensión universal. Su acción sobrepasa la Iglesia, la humanidad, todos, vivos y difuntos. Abraza a toda la creación”.
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