La comunidad benedictina del Valle de los Caídos vino enteramente formada por monjes pertenecientes al Monasterio de Santo Domingo de Silos. En pocos años, Silos dio lugar a varias fundaciones. En toda la primera mitad del siglo XX y hasta 1958, que es cuando se funda la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, Silos dio lugar al nacimiento de varias comunidades monásticas benedictinas dentro y fuera de España. En España dio lugar al nacimiento del Monasterio de Estíbaliz, en Vitoria (Álava), que actualmente es de la Congregación de Subiaco, (no de Solesmes, que es la del Valle), la Abadía de Leyre en 1954, la Abadía del Valle de los Caídos en 1958, también y anteriormente el Priorato de Nuestra Señora de Montserrat en Madrid, y otro monasterio que hubo también cerca de Zaragoza que luego desapareció. En América, fundaron un monasterio en México y otro en Buenos Aires, que luego pasaron a otras congregaciones. Para Silos fue un sacrificio de monjes muy notable, una generosidad por parte de Silos que fue posibilitada a que era una comunidad muy grande, pero que supuso dejarse a sí mismos para dar vida a otras comunidades.
Los benedictinos hacen tres votos, según los define San Benito en la Regla, tal y como lo disponen las órdenes monásticas antiguas, como los cartujos que siguen los mismos votos benedictinos. Son los votos de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres. La conversión de costumbres es un cambio genérico de vida. Abrazar la vida monástica conlleva la pobreza y la castidad. Obediencia pobreza y castidad son los tres consejos evangélicos, que se definen como votos a partir del siglo XIII. La Orden Benedictina, como es una regla anterior, del siglo VI, tiene estos tres votos: estabilidad, obediencia y conversión de costumbres. La estabilidad propiamente lo que supone es la vinculación del monje a una comunidad monástica, no propiamente a un lugar, pero lo cierto es que también -de algún modo- supone un arraigo en ese lugar, en tanto que las comunidades echan raíces allí donde están asentadas.
Sentido real del Valle de los Caídos
El Valle de los Caídos es verdaderamente un monumento para la reconciliación, con un sentido hondamente teológico. Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nos ha alcanzado la reconciliación de Dios y del hombre como mediador entre ambos. Nos ha mostrado en la misma Cruz la reconciliación, también entre los hombres, perdonando a sus verdugos y ofreciendo el Paraíso al buen ladrón. Esa mirada teológica quiere, o debe, apuntar a una reconciliación también entre los españoles, que en el pasado estuvieron enfrentados, para que puedan darse un abrazo y caminar con una mirada nueva hacia el futuro, “desde los brazos pacificadores de la Cruz” como dice uno de los documentos fundacionales.
En la Basílica, donde se celebra diariamente el Culto Divino, y especialmente se ofrece la Santa Misa a diario por las almas de todos los caídos de uno y del otro bando, del nacional y del republicano, enterrados tanto en el Valle como en otros cementerios de España y por la paz de España y entre los españoles. Se ofrece lo que para la visión católica cristiana es lo más que se puede ofrecer, el santo sacrificio de la Misa, el mismo sacrificio de Cristo renovado en el altar y que nos alcanza de esta manera la Misericordia de Dios, con la presencia de una comunidad monástica, una comunidad de monjes benedictinos, cuyo lema de la orden es PAX (PAZ). Una presencia monástica destinada a llevar a cabo esos fines: orar por la paz entre los españoles y por las almas de los caídos. En su día vino funcionando el Centro de estudios sociales para, desde la óptica de la doctrina social de la Iglesia, pero con una mirada intelectual muy amplia, promover un futuro de paz y de justicia social en España. Este es el sentido real del Valle de los Caídos, ajeno a lo que pueda pasar toda la polémica posterior que se ha creado.
Hay una intervención de Pío XII en 1958 que erige el Monasterio en Abadía, caso único en el siglo XX sin pasar previamente por Priorato, y en 1960 Juan XXIII eleva la Iglesia Abacial a la dignidad de Basílica menor.
Labor diaria de los monjes benedictinos en el Valle
Es algo que responde a su vocación de “Ora et Labora”, es decir, oración, trabajo y estudio, viviendo la vida monástica que gira en torno al rezo del Oficio Divino, las alabanzas divinas con la centralidad de la Misa y en los espacios intermedios cultivando distintas facetas de trabajo y de estudio. Se atiende especialmente la labor pastoral en la Basílica, la atención a los huéspedes que vayan allí a tener unos días de paz y de encuentro con Dios, o simplemente de retiro. Disponen también de una Escolanía de niños cantores, que por toda una serie de peculiaridades es única en el mundo, ya que se forma en la tradición monástica de la congregación de Solesmes, con el cultivo del canto gregoriano en sus fuentes más originales, además de la formación en Polifonía, estudio académico, de la vida espiritual y algunas facetas más. Todo esto hace que estos niños crezcan en un entorno natural, y sobrenatural, único.
Ese día a día es ajeno y está por encima de cualquier iniciativa y vinculación política. Responde a toda una tradición de vida monástica en Europa, que nace del siglo V-VI en época de San Benito, e incluso del siglo IV en Egipto. Es decir, de toda una tradición de vida espiritual, de cultura, de trabajo que va más allá de las vicisitudes políticas de cada momento.
Lo que se pretende hacer actualmente con la comunidad benedictina del Valle
Lo que queda enunciado en el proyecto de ley de Memoria Democrática, que se aprobó en el Consejo de ministros el 20 de julio de 2021, para su posterior tramitación parlamentaria, contiene un artículo dedicado al Valle de los Caídos. En el mismo, se pretende disolver lo que es la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, es decir, el actual marco jurídico que rige el Valle, y por lo tanto también la labor de la comunidad benedictina en él. Se declara el cementerio (que es eclesiástico) como cementerio civil, de cara a las posibles exhumaciones que ya prácticamente en el mismo texto del proyecto se dan como inviables. Se habla también de la resignificación del Valle de los Caídos sin dar todavía unas direcciones claramente nítidas. En cuanto al régimen jurídico, que es lo que pudiera afectar después a la comunidad benedictina, una vez aprobada la ley, según la tramitación más o menos larga en el tiempo, se anuncia que el nuevo régimen jurídico del Valle de los Caídos se dispondría en un Real Decreto posterior.
Todo esto puede llevar recursos, incluso alguno de inconstitucionalidad, que ya ha anunciado Vox, un partido político español. La ley sólo la pueden recurrir 50 senadores o 50 diputados y para el Real Decreto posterior puede tener otros recursos. Debido a esto, se puede prolongar en el tiempo, según lo que dirima luego la justicia.
Con respecto a la comunidad benedictina, con la disolución de la Fundación de algún modo se pretendería dejarla sin fundamento, sin funciones, sin los fines fundacionales, dado que la Abadía es la beneficiaria de la Fundación y el Patronato lo ejerce el Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, por lo que se dejaría a la comunidad benedictina sin recursos. De hecho, ahora mismo lleva la comunidad benedictina tres años sin percibir nada de lo se le debe como beneficiaria de la Fundación, para que puedan sacar adelante los fines fundacionales asignados, entre ellos fundamentalmente la Escolanía, y pretender de algún modo la salida de la comunidad benedictina. Hay que aclarar que el texto de la ley no habla todavía de la comunidad benedictina, por lo que esto depende de los pasos posteriores que se den. La presencia de la comunidad benedictina tiene otros dos fundamentos jurídicos de mucho peso. Todo lo que afecta a la Basílica, a la Cruz, a la Abadía benedictina y al conjunto mismo del Valle de los Caídos afecta gravemente, si se retoca y sin el beneplácito de la Santa Sede y de la propia comunidad benedictina, las raíces jurídicas de hondo calado y entre ellas a los acuerdos Iglesia-Estado de 1979.
La presencia cotidiana de la comunidad benedictina es la garantía mayor de que el Valle de los Caídos, más allá de cualquier contenido histórico o político que pueda tener por los orígenes y circunstancias de su creación, pueda dar una proyección supratemporal, de futuro, que es la que puede conferir una Orden de tantos siglos, y que ha conocido tantos avatares históricos, como es la Orden Benedictina, dedicada a la oración, al trabajo y a la cultura.
Cómo colaborar con la comunidad benedictina del Valle
La primera vía fundamental es la oración. La segunda puede ser asistir a los actos de culto de la comunidad. Sobre todo, en la Santa Misa de las once de la mañana, aunque ahora hay aforo restringido por el COVID, pero normalmente entre semana no hay problemas de acceso.
En cuanto a las hospederías, la interna está funcionando normalmente, la externa que es la grande se reabrirá, si Dios quiere, a mediados de octubre, pues ha estado parada todo este tiempo por el COVID.
También aceptan la colaboración de voluntarios, que puedan ofrecer algún servicio, y se les puede escribir a través de www.valledeloscaidos.es
En ese mismo sitio web hay una pestaña para la colaboración económica, como donativo a la comunidad de los monjes benedictinos.
En este momento, al haberles suspendido durante tres años la asignación económica que necesitan para el cumplimiento de los fines fundacionales atribuidos por la Fundación, por parte de Patrimonio Nacional, vía órdenes gubernamentales, ha causado un grave daño a la economía de la comunidad benedictina, pues están asumiendo -con sus propias aportaciones- el gasto que tenía que asumir la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, el Patrimonio Nacional. Lo verdaderamente lamentable es que todo el exterior de un monumento de estas características esté totalmente abandonado, cada vez más. Hay que tener en cuenta que salvo algunas reparaciones urgentísimas el mantenimiento ha bajado progresivamente hasta ser prácticamente nulo, incluso antes de 2018.
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