¿Por qué trabajan los católicos? Obispo anima a seguir el ejemplo de San José Obrero

, 06 Sep. 21 (ACI Prensa).- El Obispo de Rockville Centre (Estados Unidos), Mons. John Oliver Barres, señaló que el trabajo cristiano, ya sea en el lugar de labores o en el hogar, es una forma de glorificar a Dios y evangelizar al mundo siguiendo el ejemplo de San José Obrero.

En su carta pastoral por el Día del Trabajo en Estados Unidos, que se celebra el 6 de septiembre, el Prelado indicó que una espiritualidad católica del trabajo tiene un carácter misionero, y resaltó que “en cada lugar de trabajo en todo el mundo, la obra que es santificada glorifica a Dios y atrae a las personas por su esplendor y virtud”.

“Predicamos a través de la calidad de nuestro trabajo, dando testimonio no solo de la importancia del trabajo bien hecho, sino también de la gran obra que Dios realizó al principio y que nos está llamando a ayudar a llevar a cabo”, agregó.

Mons. Barres señaló que la Iglesia resalta el esplendor “de la verdad sobre el trabajo humano” que tiene como meta glorificar a Dios y alcanzar por el servicio a los demás la “santidad en la tierra y, en última instancia, la vida eterna”.

“Cada ser humano creado a la imagen divina debe tener la oportunidad de desarrollar sus talentos latentes para el bien común de toda la familia humana”, continuó. “Asimismo, cuando reconocemos que trabajar es parte de la dignidad humana, nos volvemos sensibles a todo tipo de injusticias que ocurren en el lugar de trabajo o en la sociedad y que frustran esta dignidad”, agregó.

El Prelado resaltó que a menudo el trabajo requiere el morir a uno mismo, “cuando necesitamos levantarnos temprano para un largo viaje, tratar con jefes o colegas que ponen a prueba nuestra paciencia, o tenemos que soportar las dificultades de los despidos o el desempleo”.

Estas pruebas pueden ser “aperturas para darnos cuenta de que el Señor Jesús Resucitado busca acompañarnos en nuestro trabajo”, remarcó.

Además, destacó que el trabajo humano es importante para la celebración de la Eucaristía en la Misa, porque las “manos humanas dan forma y crean ese pan ordinario que se transforma en el Pan de Vida”.

“Tradicionalmente, los pies humanos aplastaban las uvas que finalmente se transforman en la Sangre de Cristo”, señaló. “El misterio central de nuestra vida y liturgia católicas, la transubstanciación del pan y el vino en la Presencia Real, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, presupone e incorpora el trabajo humano que prepara los elementos que serán consagrados”, agregó.

El Prelado indicó que “toda la obra noble realizada por los cristianos unidos a Cristo por la gracia santificante se presenta en la patena en la Santa Misa y se eleva al Cielo y se santifica en Cristo”.

Mons. Barres resaltó el papel de San José Obrero, que “fue elegido por Dios Padre para ser el mentor de Cristo” y de quién Jesús aprendió a ser carpintero.

“La comprensión de Cristo del trabajo reflejó la paciente tutoría de San José en el oficio de la construcción”, señaló. “Como San José, Jesús vivió su vida oculta inmerso en el mundo laboral. Sus pensamientos y eventualmente sus enseñanzas se acercaron a la realidad cotidiana de la gente en el trabajo”, añadió.

El Prelado indicó que de San José se puede aprender “las virtudes de madurez, confiabilidad, responsabilidad, laboriosidad, integridad, iniciativa, autosacrificio, autodominio, trabajo en equipo, optimismo, humildad, concentración contemplativa y caridad en nuestro trabajo”.

“Él nos cimenta en la brújula ética de los Diez Mandamientos y las virtudes morales de la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza”, subrayó.

Para Mons. Barres, las virtudes de San José se sugieren “en las labores tranquilas pero indispensables de tantos inmigrantes”, y señaló que José también era un migrante, que llevaba a su familia a Egipto y viceversa.

“Así como fue mentor de Jesús, también San José desea guiarnos a nosotros, que somos hermanos y hermanas de Jesús y, por lo tanto, miembros de la Sagrada Familia. Quiere formarnos en sus virtudes. Quiere enseñarnos cómo vivir plenamente nuestra paternidad o maternidad espiritual. Simplemente debemos ‘ir a José’ para recibir su sabiduría”, remarcó.

El Prelado pidió a los católicos orar los unos por los otros y por toda la Iglesia, “para que cada uno de nosotros pueda ser aprendiz de San José y aprender de él, como lo hizo Jesús, cómo convertir nuestro trabajo diario, cualquiera que sea su forma, en oportunidades para cooperar con Dios en la perfección continua de la creación y la cosecha continua de la redención”.

Asimismo, señaló que el desempleo no solo es un problema económico importante, sino “uno profundamente deshumanizador que puede privar a millones de personas de un sentido de valor moral al hacerlos sentir inútiles”.

“Oramos por todos los desempleados para que, a través de la intercesión de San José, puedan encontrar trabajos dignos mediante los cuales puedan desarrollar sus dones, servir a los demás y satisfacer sus necesidades”, pidió.

El Prelado también pidió oraciones por aquellos que no pueden trabajar por enfermedad o vejez, para que puedan aprender de San José “cómo colaborar interiormente en la obra de redención uniéndose a la obra extraordinaria que Jesús hizo en el Calvario cuando las manos que usaron para construir fueron martilladas”.

Mons. Barres reflexionó sobre los grandes cambios en la vida laboral provocados por la pandemia de COVID-19 y señaló que aquellos que fueron obligados a trabajar desde casa experimentaron “el flujo de la vida laboral y personal que habría caracterizado la casa santa y el taller de Nazaret”.

“Aquellos de nosotros que trabajamos con miembros de la familia pudimos ver más fácilmente para quién estábamos trabajando”, subrayó.

El Prelado indicó que aquellos que se veían obligados a trabajar solos en casa podían sentir la importancia de tener la presencia de compañeros de trabajo y clientes, y resaltó que las personas en licencia aprendieron sobre “el regalo del trabajo”.

Mons. Barres lamentó que “muchos hoy en día se sienten tentados a valorarse a sí mismos, no según el juicio de Dios y el valor de su alma inmaterial, sino según su valor en el mercado laboral”.

También señaló que, para los desempleados, esta mentalidad es una causa de depresión, y para los empleados, esto puede significar ver el trabajo como “simplemente un medio para obtener un cheque de pago o para garantizar las pocas horas de libertad que esperan con ansias el fin de semana”.

El adicto al trabajo, advirtió el Obispo, “hace del trabajo un dios falso, un becerro de oro, un ídolo que puede erosionar y destruir su matrimonio, su familia y su vida de fe”.

“Es posible trabajar demasiado y olvidar que el trabajo es por naturaleza relacional, ligado al amor y servicio de los demás”, concluyó.

Traducida y adaptada por Harumi Suzuki. Publicada originalmente en CNA.

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