6 de abril 2014
Domingo 5º Cuaresma (A)
Jn 11, 1-45: Homilía de san Agustín (S. 98, 6)
«Así pues, llegó el Señor, para quien todo es fácil; y te presenta una cierta dificultad. Se conmovió en su espíritu, y manifestó con fuerte voz que es necesario corregir a aquellos que se endurecen por la fuerza de la costumbre. Sin embargo, a la voz del Señor, que clamaba, se rompieron los lazos de la necesidad. Entonces tembló el poder del infierno, y Lázaro fue devuelto a la vida. Libera, pues, el Señor a quienes, por la fuerza de la costumbre, llevan cuatro días muertos; pues para Cristo, aquel que llevaba cuatro días muerto, a quien había decidido resucitarlo, simplemente dormía. Pero, ¿qué es lo que dice? Ved cómo fue esa resurrección. Salió del sepulcro vivo, y no podía caminar. Y el Señor les dice a sus discípulos: Desatadlo, y dejadlo ir (Jn 11, 44).
Él resucitó al que estaba muerto; los otros desligaron al que estaba envuelto. Observad cómo hay algo que es propio de la majestad de Dios, que es quien resucita. Alguien, encallado en alguna mala costumbre, es corregido por la palabra de la verdad. ¡Multitud de ellos son corregidos y no escuchan! Así pues, ¿quién es el que actúa interiormente en aquel que escucha? ¿Quién inspira la vida en su interior?¿Quién es el que expulsa la muerte secreta, e infunde la vida también secreta? ¿No es verdad que tras las correcciones y los reproches quedan esos hombres a solas con sus pensamientos, y comienzan a volver sobre sí mismos, pensando en la mala vida que han llevado, y en cómo se encuentran oprimidos por su pésima forma de vivir? A partir de ahí, descontentos de sí mismos, se determinan a cambiar de vida. Estos resucitaron; revivieron aquellos a los que les desagradaba verse cómo eran. Pero, aun habiendo vuelto a la vida, no se hallan en condiciones de andar. Este poder se lo dio el Señor a sus discípulos, a los que dijo: Lo que desatareis en la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 18, 18)».
(Trad. de Javier Ruiz, oar)
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