Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Amados hermanos y hermanas:
Al iniciar el año, invocamos la bendición de Dios. Son muchas las esperanzas, pero también son muchas las dudas, los temores, mirando este año de frente. Necesitamos del auxilio, de la bendición y de la fuerza del Señor.
Al comenzar 2017, también oramos por la paz en el mundo. La violencia se ha enseñoreado en muchos países, en muchas personas, y es importante que oremos y trabajemos el don de la paz.
Por sobrados motivos, nuestra Sociedad, la que formamos y a la que pertenecemos, se va desvinculando, separando, y cada quien busca por sí solo la respuesta a sus problemas y necesidades, comenzando por la inseguridad
¿Qué hacemos contra la inseguridad? Nos encerramos, ponemos candados para que nadie se acerque, y acabamos por ignorarnos los más cercanos, porque la inseguridad nos hace encerrarnos en nosotros mismos
¿Qué hacemos ante la violencia? Vivimos dudando y sospechando de todos, en donde sea; no nos sentimos seguros, nos sentimos amenazados y tenemos que estar cuidándonos unos de otros.
Así, la Sociedad se va aislando, y ya no formamos un cuerpo, una familia; ya no tenemos el poder y la fuerza que tiene una familia unida. Bastantes son las preocupaciones de estos días, y nos olvidamos del Misterio de Dios, que se ha hecho íntimo a nuestra Humanidad. Se ha hecho uno de nosotros para compartir todas nuestras alegrías, tristezas, esperanzas, anhelos, temores, desilusiones, enojos, cansancios, enfermedades, el miedo a la muerte. Dios se ha hecho hombre para compartirlo todo con nosotros.
Con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz (1° de enero), el Papa Francisco nos hizo una invitación para que cese la violencia, que ha tomado un grado tal, que ya no hay el respeto mínimo por la vida del otro. Éste se ha hecho un objeto al que podemos desaparecer, decapitar, descuartizar, quemar vivo, etc. La violencia se ha exacerbado, al punto de no reconocer valor, dignidad y respeto por la vida del otro.
Por eso, el Papa propone el cese de la violencia, que se asuma por todos los países como una verdadera política de paz. Hay que hacer que baje, que desaparezca la violencia en nuestro corazón, comenzando en nuestras familias, porque también la familia se ha visto influida por este clima de violencia.
En el hogar se vive, a veces, la violencia de palabras, de gestos, de actitudes, o la no verbal, la que no se dice nada, pero sí se manifiesta con una presión psicológica sobre el otro. La violencia también ha tocado a la familia.
De aquí que el cese de la violencia en nosotros, en nuestra familia, y en nuestra Sociedad, tiene que asumirse como una verdadera política, como una verdadera actitud de restablecimiento de la paz.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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