Querida Lupita:
Las noticias de tanta violencia en el mundo me hacen perder la esperanza. Y todo se vuelve más crudo entre más cerca están de nosotros todas las injusticias en nuestro país, en nuestra ciudad y en nuestras familias. Soy de Monterrey y vivo muy cerca del colegio donde un adolescente disparó contra otros. Estamos consternados, y el miedo y la incertidumbre crecen. Somos cercanos a nuestros hijos y hemos hablado de esto. Ellos nos dicen que ya no hay familias como la nuestra; sus compañeros pertenecen a hogares rotos, en donde hay violencia, maltrato o individualismo. ¿Cómo podemos ayudar a las familias a cumplir su misión de transmitir valores y amor?
Nancy H.
Querida Nancy:
San Juan Pablo II convocaba con fuerza, diciendo: ¡Familia, sé lo que eres!
La familia ha de ser una comunidad de vida y amor. La realidad nos duele: en los hogares hay padres ausentes, hijos que no se sienten amados, gritos, humillaciones, malos entendidos, pleitos por dinero, desorientación total, falta de sentido de vida, traiciones…
Es tiempo de volver a las bases, de entender que la única forma de cumplir nuestra misión es amar. Nacimos por amor y para amar; éste es nuestro diseño natural, y por ello hay que actuar en consecuencia. Hoy las ciencias de la conducta son concluyentes al señalar que la mejor forma de mostrar el amor es a través de la sana convivencia. Amas aquello a lo que le das tu tiempo.
Comparto contigo algunas formas prácticas de convivir en familia y reconstruir ese amor que parece haberse marchitado:
Establecer límites de tiempo de uso de las nuevas tecnologías. Dieta de televisión y de dispositivos electrónicos en general. Es necesario evitar las pantallas durante el tiempo de las comidas.
Elegir un momento de convivencia diario, o al menos semanal. Se trata de dar tiempo de calidad, escucharnos con atención unos a otros, preguntar por planes, sueños, gustos y deseos de cada uno.
Organizar actividades que generen un contacto con la Naturaleza, una vez al mes y mínimamente dos veces al año (excursiones, campamentos, playa, montaña, lagos…)
Promover el mantenimiento de la casa a través de actividades en las que todos colaboren. Padres e hijos deben aportar al orden y limpieza del hogar.
Calendarizar reuniones familiares semanales o quincenales para practicar actividades lúdicas, del gusto de la mayoría.
Hacer obras de teatro con fines educativos. Permitir a los hijos usar ropa, zapatos, pelucas, mascadas para caracterizar a sus personajes y desarrollar escenificaciones con diversos fines: sembrar valores, catequizar, reflexionar, cultivarse en temas de Historia, Arte, Civismo, etc.
Conocer las habilidades de cada uno de los miembros de casa y estimular su desarrollo: pintura, música, creación literaria, lectura, baile, deporte, habilidad matemática, memoria, etc.
Dar espacio e importancia al alimento espiritual: tiempo de oración en familia (el rezo del Rosario tiene muchísimas ventajas), planeación especial del día y horario para ir a Misa.
Ver películas juntos y comentar los valores y antivalores observados al terminar la proyección.
Y, como fondo musical, hacer un pacto de respeto y respetar el pacto. Determinarse a eliminar gritos y humillaciones en el trato entre esposos y con nuestros hijos, padres y hermanos.
Practicar todo esto es, sin duda, un gran desafío. Pero está al alcance de una voluntad decidida.
Todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Darles tiempo y darles lo mejor de nosotros es el único camino para conseguirlo.
Lupita Venegas Leiva/Psicóloga
Facebook: lupitavenegasoficial
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