Aparecida ¿otra oportunidad perdida?

Pbro. Lic. Armando González Escoto

Los grandes proyectos pastorales producidos por los obispos latinoamericanos en Medellín (Colombia, 1968), Puebla (México, 1979) y Aparecida (Brasil, 2007), constituyen verdaderos monumentos a la capacidad de reflexionar, analizar, evaluar y proponer de la Iglesia latinoamericana en los últimos 49 años de su historia.
El documento más reciente, el de Aparecida, ha tenido diez años ya de oportunidad para aplicarse. Pero con los documentos pastorales de la Iglesia ha ocurrido con frecuencia una dinámica repetitiva: se hacen extraordinarios esfuerzos humanos y económicos para producirlos, se hacen semejantes esfuerzos para divulgarlos, se establecen caminos específicos para aplicarlos y luego, paulatinamente, se van olvidando, tal vez porque la esencia ya se asimiló y se expresa en los planes de pastoral de cada diócesis.
Este olvido lleva por consiguiente a la expectativa de que surja un nuevo documento que, con toda su novedad, impulse otra vez la misma dinámica con los mismos resultados.
Aparecida es sin lugar a dudas uno de los grandes documentos de la Iglesia pero no sólo eso, es también una de las primeras respuestas a un mundo muy distinto al que enfrentaban quienes hicieron el segundo concilio ecuménico desarrollado en el Vaticano entre 1962 y 1965. En efecto, mientras que el Vaticano II tenía como interlocutor al mundo moderno, por cierto, ya en vías de desintegrarse en ese entonces, Aparecida se sitúa frente a una sociedad postmoderna que en América Latina se va cada vez más asentando, aunando a su carga heredada de secularismo la carga heredada de marginalidad socioeconómica y política.
La autocrítica que la Iglesia latinoamericana se hace en este documento es profunda, objetiva y retadora, también es admirable la claridad con que ve las condiciones sin las cuales la acción de la Iglesia no podrá tener éxito. Y de hecho, esas condiciones, sintetizadas en los cinco pasos previos a toda acción pastoral, siguen siendo hasta el presente, diez años después, un reto enorme no siempre entendido ni por lo mismo aplicado.
Los obispos en Aparecida han hablado de la necesidad de buscar una nueva experiencia de la persona de Cristo, punto de partida y condición para los otros cuatro pasos. Ahí radica la clave esencial del documento, y su efecto dependerá de lo que en cada diócesis se entienda por “experiencia de la persona de Cristo”, y por lo tanto del modo en que pretendan haber ya cumplido con ese paso inicial.
Afortunadamente esta primera condición no se demuestra ni se puede demostrar de manera teórica, sino de manera vivencial, porque el árbol se conoce por su fruto.
Diez años son un buen momento para evaluar lo que como Iglesia hemos hecho desde Aparecida, y también de lo que nos ha faltado, especialmente si hemos pretendido brincarnos pasos con la idea de que se puede hacer, de que de todos modos algo se logrará.

Etiquetas:

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets