El embrión humano como viviente

El embrión humano como viviente

Por Fernando Pascual |

Entre las interpretaciones sobre el ser humano, hay dos que parecen antagónicas. La primera exalta la dimensión cultural hasta considerarla como contrapuesta a la biología. La segunda se fija en la dimensión biológica hasta el punto de minusvalorar los aspectos culturales.

Basta con pensar en un debate sobre la dignidad del embrión humano. Uno dice que un embrión no tiene valor mientras no sea aceptado, es decir, mientras la visión cultural de los adultos, sobre todo de la madre, no lo perciban como hijo, como alguien digno, como merecedor de respeto.

Otro afirma que precisamente por ser vida ya es parte de la especie humana y, por lo tanto, su existencia es el origen de sus derechos, simplemente porque su condición biológica lo convierte en diferente respecto de su madre, aunque dependa radicalmente de ella.

Entre ambas visiones pueden encontrarse matices y posturas intermedias o cercanas a la una o a la otra. Más allá de las diferencias, existe un dato básico que merece ser tenido en cuenta: cada embrión humano es una nueva existencia y, por lo mismo, suscita aceptaciones o rechazos, afecto o desinterés.

Podríamos aplicar lo dicho sobre el embrión humano respecto de otras situaciones. ¿Es digno un ser humano que tiene graves deficiencias mentales, o físicas, o psicológicas? ¿La cultura promueve una igual aceptación de todos o establece diferencias de forma que los derechos varían según las visiones ideológicas de cada pueblo?

Es fácil reconocer que las propuestas que exaltan la cultura y que someten el reconocimiento de la dignidad de los seres humanos a lo que determine cada época o cada pueblo incurrirán seguramente en injusticias, precisamente porque clasifican a los individuos según parámetros de calidad adoptados por los grupos como fuente del derecho.

En cambio, una visión biológica que arranque del reconocimiento de la vida humana en el embrión y en las siguientes etapas biológicas como fuente de la propia dignidad, está más disponible a aceptar y defender la dignidad de todos, sean grandes o pequeños, ricos o pobres, inteligentes o con menos coeficiente intelectual.

El debate que en muchos lugares existe sobre la dignidad de los embriones se explica desde la existencia de posiciones tan diferentes, y exige ir más a fondo. ¿Por qué motivo un ser humano tiene dignidad? ¿En qué radica su valor? ¿Cómo aplicar las preguntas anteriores a cada etapa de la vida de un individuo, desde su concepción hasta los momentos más cercanos a su muerte?

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