Una parroquia
que sobrevive a los embates de
la modernidad
En sus primeros años fue la comunidad parroquial más importante del poniente
de Guadalajara. Cien años después, se mantiene con escasos fieles,
sin párroco y con una economía en suspenso.
Luis Octavio Hernández, historiador, profesor y feligrés de la parroquia de San Miguel del Espíritu Santo asegura que la comunidad se desprendió oficialmente de la Parroquia del Dulce Nombre de Jesús en 1917, pero desde finales del siglo XIX comenzó a haber actividad pastoral en la zona.
Y es que para esas fechas, la ahora bicentenaria parroquia de Jesús abarcaba territorialmente hasta Los Colomos.
“El primer territorio en desprenderse fue San Miguel del Espíritu Santo, En ese entonces, en esta parte que era la Hacienda de Leal, el padre Espiridión de la Cruz empezó a celebrar la Misa y venían también los padres de la Capilla de Jesús, hasta que 14 de mayo de 1917 se erige de manera oficial la parroquia de San Miguel.
“Se le puso ‘del Espíritu Santo’, porque la calle de Hidalgo, en ese entonces de doble sentido, desembocaba en Chapultepec, donde estaba el Colegio de Artes y Oficios de San Miguel”.
“Si bien el primer sacerdote que comenzó a celebrar en la zona fue Don Espiridión de la Cruz, posteriormente llegó el padre José Villaseñor y Plancarte, perteneciente a la importante familia Villaseñor por la cual se le dio el nombre a la colonia y cuyos miembros vivían enfrente del templo”.
“De las primeras imágenes que se tuvieron aquí fueron las del Señor Crucificado y La Virgen del Calvario las cuales fueron prestadas por la comunidad de San Miguel de Belén así consta en el inventario hecho a mano por el padre Villaseñor en 1933.
Un animoso caminar
“El padre Villaseñor atendió la catequesis, la cruzada eucarística, los grupos guadalupanos, la adoración nocturna, el apostolado de la oración y en ese tiempo también se tuvo un coro formado por mujeres. Fundó y sostuvo los dos colegios parroquiales y la casa hogar.
Entre los sacerdotes que han desfilado por San Miguel del Espíritu Santo se encuentra por ejemplo Don Rafael Martínez Sáinz, a últimas fechas Obispo Auxiliar de Guadalajara y hoy, de feliz memoria. “Estuvo como párroco del 17 de septiembre de 1970 al 27 de febrero de 1971, es decir estuvo unos pocos meses.
“Le sucedió Don Juan Fajardo Pérez quien llegó a la parroquia el 1° de marzo de 1971, sacerdote muy trabajador y muy pastoral, quien atendió con dedicación a todos los grupos de la comunidad.
“Colaboraron también en la parroquia, en ese tiempo, el padre Luis González Tostado, David Campos y Antonio Luna.
“El padre Fajardo estuvo como párroco hasta 1978, llegando el 15 de febrero de ese mismo año Don Guadalupe Gutiérrez quien permaneció hasta el 12 de junio de 1981.
“El 14 de agosto de 1981 llega el presbítero Salvador Ramírez Morones.
“En tiempos del Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, en 2003, tocó a Mons. José Luis González Zaragoza integrar a las capellanías y el Equipo Coordinador básico, realizó la asamblea parroquial anual y la evaluación semestral para valorar los avances y desafíos durante su permanencia.
“A él le correspondió la complicada tarea de entregar las esculturas del Cristo Crucificado y la Virgen Dolorosa.
“El 02 de enero del 2010 llega como párroco el Padre Juan Manuel Estrada Ochoa, hasta el domingo 16 de abril del 2017”.
La historia actual
A cien años de su nacimiento, la parroquia de San Miguel del Espíritu Santo ha disminuido su población a más o menos tres mil 800 personas, atendidas en el templo de San Miguel, y en las capellanías de San Francisco de Sales y Los Santos Ángeles.
La mayoría de la población son personas adultas y se puede afirmar que el 65 por ciento es mayor de 60 años. “Hay pocos jóvenes y muy pocos niños, por ejemplo, en el catecismo nunca tuvimos más de 22 o 23”, asegura el padre Juan Manuel Estrada Ochoa quien fue párroco de San Miguel del Espíritu Santo durante los últimos ocho años y quien recientemente tomó posesión como nuevo párroco de Jesús Nuestra Pascua, en la Col. Santa Elena Alcalde.
Y es que la realidad es que en las últimas décadas la Colonia Villaseñor, en la que se asienta la parroquia, se ha convertido en una zona comercial.
Así se trabaja
“Hacíamos lo que podíamos de acuerdo a las posibilidades. La pastoral litúrgica siempre estuvo bien. Estaba cubierto el equipo de liturgia en todas las misas y los coros.
“En cuanto a lo social, a través de Cáritas repartíamos unas 60 despensas al mes. También, durante un tiempo, tuvimos un club para diabéticos.
“En sus tiempos de esplendor, la parroquia, contaba con dos colegios parroquiales. Actualmente ya no se administran estos colegios pero los inmuebles si pertenecen a ella.
“Se cuenta también con una casa hogar para mujeres solas que actualmente atiende a 10 o 12 mujeres. Tienen cada una su pequeño cuarto, su cocina y su baño, y se les cobra una muy módica renta. Esta casa la maneja un patronato.
“En la pastoral profética, es donde estábamos menos fuertes. Teníamos un grupo de 10 matrimonios. Durante cinco años tuvimos también un grupo de adolescentes, pero al final crecieron y lo abandonaron”.
Con entusiasmo
a pesar de las
carencias
El que haya poca población en la parroquia afecta también la parte económica, pues se tiene que mantener al personal y cada quincena el párroco sufría para pagar la nómina, sobre todo cuando hay gastos extras como el pago de aguinaldos.
“Aunque el templo es bonito, no es recurrido para ceremonias porque no hay estacionamiento y el tráfico en la Avenida Hidalgo es muy pesado. Las personas prefieren irse a templos o capillas donde hay mayor accesibilidad”.
Dijo que a pesar de que la comunidad está formada por personas mayores, “es gente entusiasta y participativa que tiene un gran arraigo en su parroquia”.
El padre aseguró que pese a lo pequeño y antiguo de la comunidad, siempre hay posibilidades para reavivarla. “El problema era que yo estaba solo. Había dos padres que me ayudaban a celebrar Misas, pero no así con la pastoral. Durante el tiempo que fui párroco, trabajaba también en el Arzobispado, lo que me consumía toda la mañana. Regresaba a las 5 de la tarde que se abrían el templo y la notaría. Prácticamente estaba de las 5 a las 8, porque después de la Misa de 7. La gente que sale de Misa regresa pronto a su casa porque todo está sólo y lúgubre.
“Pero un sacerdote que pueda estar al cien por ciento ahí, puede hacer mucho visitando a las personas en sus casas, visitando a los enfermos, y atrayendo con su presencia y su testimonio a las personas.
El padre Juan Manuel asegura que se va contento pues en San Miguel vivió su primera experiencia como párroco: “Fue una experiencia hermosísima; me encariñé mucho con la comunidad y me sentí sumamente acogido. Para mí, mis viejitos eran las joyas de la corona; mis bastoneras, les decía yo a las señoras, daban un gran testimonio; son gente piadosa y maravillosa”.
Al cierre de la edición, no había párroco nombrado, solo el padre Juan Carlos Cruz Romo estaba apoyando con las celebraciones mientras llega el nuevo encargado.
Una profecía cumplida
El pequeño Jesús García Brizuela, tenía 8 años en 1964, cuando llegó a vivir a la Col. Villaseñor junto con su familia formada por 10 hermanos y sus padres. Cuando era pequeño, la Misa todavía se celebraba en latín y a él le llamaba la atención la labor de los acólitos, sin embargo el sacerdote le decía que aún era muy pequeño para desempeñarse como tal.
“Poco después, vine a la parroquia con el padre Juan Fajardo (entonces vicario) y le dije que quería ser acólito, y aunque me dijo que las Misas empezaban a las 6 de la mañana, estuve de acuerdo”, recuerda hoy, 50 años después.
A Jesús le tocó vivir una fecha emblemática para la parroquia pues, el 14 de mayo de 1967 San Miguel celebró sus primeros 50 años como parroquia, festejo que se vivió con bombo y platillo pues se contó con la presencia del Cardenal José Garibi Rivera, entonces Arzobispo de Guadalajara.
“El padre, además, nos ensayó para una obra de teatro musical y participamos con mucho entusiasmo.
“Yo recuerdo que le dije al padre Fajardo: padre, y cuando San Miguel cumpla 100 años, cómo lo vamos a festejar. Y él me respondió: Jesús, eso no lo vamos a ver nosotros, solamente ustedes los acólitos, posiblemente sí”.
Jesús fue acólito hasta los 14 años y tiene muy buenos recuerdos de su infancia en San Miguel del Espíritu Santo, pues recuerda que junto con sus compañeros corrían por sus patios, jugaban a la pelota y rezaban a toda prisa el rosario que el señor cura les había encomendado.
Recuerda con cariño a personajes como el sacristán de esa época, Rosalío, que aunque era estricto, era una buena persona.
Según comenta, el hoy Ing. Jesús García, las 11 manzanas de la Col. Villaseñor pertenecían al padre Espiridión de la Cruz Leal, el cual tenía parentesco con los propietarios del Rancho de Leal que eran dueños de esos terrenos. “Seguramente el padre Espiridión donó el terreno para la construcción del templo”.
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