Carlos AYALA RAMÍREZ | UCA – El Salvador |
El Congreso Mundial “La dignidad del menor en el mundo digital”, promovido y organizado por el Centro de Protección Infantil de la Universidad Gregoriana de Roma, reunió a expertos, académicos, líderes civiles, políticos y representantes religiosos procedentes de todo el mundo, con el propósito de profundizar en la protección de los menores en la Red. La situación es de cuidado porque, como se sabe, los niños y niñas representan más de la cuarta parte de los más de tres mil millones de usuarios de Internet, lo que significa que más de 800 millones de niños navegan por la Red. El documento del Congreso expone algunas cuestiones preocupantes.
En primer lugar, señala que la sociedad global está fracasando a la hora de proteger a sus niños. Hoy día, millones de ellos son maltratados y explotados de manera trágica e indescriptible, y en una escala sin precedentes en todo el mundo. En segundo lugar, al referirse al avance exponencial de la tecnología y su integración en nuestra vida cotidiana, indica que esta no solo está cambiando lo que hacemos y cómo lo hacemos, sino quiénes somos. Explica que si bien gran parte de estos cambios han sido positivos, no podemos ni debemos ocultar el lado oscuro de este nuevo mundo, que daña a los miembros más vulnerables de la sociedad.
En tercer lugar, al hablar de los beneficios, oportunidades y ambigüedades que tiene el uso de Internet, menciona el carácter inclusivo y educativo del mismo; pero al mismo tiempo recuerda que la proliferación de medios sociales lleva aparejado también que actos insidiosos, como el bullyingcibernético, el acoso y la extorsión sexual, se estén convirtiendo en algo común. Más concretamente, denuncia la escala y el alcance del abuso y la explotación sexual infantil en línea.
En lo que respecta a las soluciones, se afirma que estas no deben buscarse por parte de una sola nación, una sola empresa o una sola fe, aisladamente. Proclama que un abordaje en serio requiere soluciones mundiales, conciencia comprometida y movilización para la acción. En esta línea, exhorta a los Gobiernos a que emprendan una campaña global de concienciación acerca de la gravedad y extensión del abuso y la explotación de niños y niñas; a los líderes de las grandes religiones, a que informen y movilicen a los miembros de cada fe, uniéndose a un movimiento global que proteja a los menores; a los parlamentos, a que mejoren las leyes orientadas al resguardo de la niñez y responsabilicen a los que la abusan y explotan; a los directores de empresas tecnológicas, a que se comprometan a desarrollar e implementar nuevas herramientas y tecnologías que combatan la proliferación de imágenes de abuso sexual en Internet.
La idea fuerza que sustenta estas exhortaciones es que la dignidad y los derechos de los menores se encuentran seriamente vulnerados por el mundo digital cuando este facilita el acceso y difusión de imágenes pornográficas, cuando en él se cultiva el creciente fenómeno del sexting(exhibicionismo sexual en línea), la sextorsion (extorsión sexual) y el tráfico de personas, entre otros.
Por otra parte, en el discurso que dirigió a los participantes en el Congreso, el papa Francisco señaló que la protección de la dignidad de los menores, de su crecimiento saludable, de su alegría y esperanza, es probablemente el reto más importante para el futuro de la familia humana. Y con humildad y transparencia habló de que la Iglesia es cada vez más consciente de no haber procedido, en su interior, con rigor y oportunamente para la protección de los menores. En este sentido, recordó los hechos gravísimos contra niños protagonizados por miembros del clero. Precisamente por eso, dijo, “la Iglesia siente hoy un deber especialmente grave de comprometerse, de manera cada vez más profunda y con visión de futuro, en la protección de los menores y de su dignidad tanto dentro de ella como en toda la sociedad”.
Al referirse a los problemas dramáticos relacionados con el mundo digital y su impacto en la niñez, puso en guardia contra tres posibles errores de perspectiva. Primero, el de subestimar el daño que la Red puede ocasionar en los menores. Segundo, el error de pensar que las soluciones técnicas, los filtros construidos para identificar y bloquear la difusión de imágenes abusivas y dañinas son suficientes para hacer frente a los problemas. A lo que añadió: “Dentro de la misma dinámica del desarrollo técnico sus actores y protagonistas [deben] percibir con mayor urgencia la fuerza de la exigencia ética”. El tercer error de perspectiva consiste en una visión ideológica y mítica de la Red, al concebirla como un reino de la libertad sin límites. Esta, indica el pontífice, “ha abierto un espacio nuevo y de gran alcance para la libre expresión y el intercambio de ideas e información […] pero también ha ofrecido nuevos instrumentos para actividades ilícitas […] para el abuso y el daño a la dignidad de los menores”. De ahí la necesidad de leyes razonables que regulen su uso.
En definitiva, tanto la declaración del Congreso como el discurso del papa son un llamado a comprometerse para afrontar el gran reto de la defensa de la dignidad de los menores en el mundo digital.
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