Por Fernando PASCUAL |
En algunos debates se invite a quienes piensan según ciertas ideas mientras se excluye a los que piensan de otra manera, y luego se busca dar una apariencia de pluralismo.
Por ejemplo, hay personas y grupos, incluso católicos, que, bajo la bandera del pluralismo, invitan a sus encuentros o debates a defensores del aborto, de la eutanasia, del mal llamado matrimonio entre personas del mismo sexo.
Al mismo tiempo, excluyen sistemáticamente en esos mismos encuentros a defensores de los hijos antes de nacer, del valor “tradicional” del matrimonio y la familia, de la “moral tradicional”.
Esas personas y grupos suponen que son pluralistas por invitar a quienes defienden ciertas ideas, normalmente mal llamadas “de izquierdas”, al mismo tiempo que excluyen a los que defienden otras ideas, para muchos vistas como ideas “de derechas”.
Si uno pretende aspirar al pluralismo, debe ser coherente e invitar a todos, aunque luego pueda haber quejas y protestas. Presentarse como pluralistas y abiertos cuando se actúa con exclusiones e inclusiones ideológicas es contradictorio, si es que no se actúa de mala fe.
El tema exige ir más a fondo, porque detrás del pluralismo selectivo se esconde un error muy grave: suponer que una reunión (o un debate) se enriquece cuando se invita a personas de cualquier tipo de ideas diferentes.
En realidad, ideas diferentes las ha habido y seguramente las habrá siempre. Lo importante es saber distinguir entre ideas que son dañinas y que, por lo tanto, no merecen ser escuchadas ni representadas en un congreso o en una discusión pública, e ideas aceptables sobre las que puede haber debate, porque no encierran planteamientos injustos.
Por eso, si parece plenamente legítimo, incluso obligatorio, excluir en un encuentro a quienes defienden el racismo, también debería quedar cerrada la puerta en ese encuentro a quienes defienden la destrucción de los hijos antes de nacer a través del aborto.
Si comprendemos esto, superaremos ese modo erróneo de entender el pluralismo que tanto daño ha hecho en algunos lugares del planeta, que consiste en dar espacio y voz a quienes defienden graves injusticias y propuestas discriminatorias.
Al revés, y en nombre de un pluralismo que sí puede ser admitido, hay que saber escuchar a quienes respetan los derechos fundamentales de todos los seres humanos, y proponen ideas que enriquecen los debates, porque surgen del deseo de buscar el bien y la justicia desde perspectivas diferentes que, bien armonizadas, se enriquecen mutuamente.
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