Por Mónica MUÑOZ |
“Los días se pasan muy rápido”, me dice mi sobrina cada domingo que se despide de mí, pensando en que el viernes siguiente nos volveremos a ver. No deja de llamar mi atención cómo una niña de casi nueve años percibe como yo, que, efectivamente, el tiempo pasa sin sentirlo.
Y para unirme a la prisa que parecer tener todo el mundo por adelantar fechas, (basta con ver que aún no llega diciembre y ya nos saturaron con publicidad y adornos de Navidad), me permito hacer unas reflexiones sobre el año que concluirá pronto y lo que vislumbramos sobre el que se acerca.
Por ejemplo, apenas hace unos meses terminaba, para los que somos católicos, el Año de la Misericordia, que la Diócesis de Celaya clausuró de manera solemne con una Misa celebrada a los pies de la monumental estatua de Cristo Rey, en el cerro del Cubilete. El lunes 27 de noviembre, volveremos al mismo lugar para la peregrinación diocesana, en torno a nuestro Obispo Benjamín Castillo.
Menciono este hecho porque ha pasado todo un año y apenas nos ha dado tiempo de acostumbrarnos al 2017, pero ya no hay tiempo, porque el 2018 está a la vuelta de la esquina. ¿Qué hemos hecho en este periodo? Por supuesto, ha sido un año lleno de eventos diversos, de cambios bruscos en la vida de millones de personas, debido a los huracanes y terremotos que golpearon sin piedad a nuestro país y al resto del mundo.
Fueron momentos de dolor y desgracia, pero también de unión y solidaridad, ahora todavía hay quienes continúan ayudando a los hermanos que lo perdieron todo, sin esperar que el gobierno se decida a entregar los apoyos que debió haber canalizado inmediatamente.
También ha sido un año de despertar a la realidad que nos espera con la carrera por la presidencia que están iniciando los aspirantes al puesto de jefe del ejecutivo, por lo que tendremos que abrir bien todos los sentidos para desmenuzar concienzudamente cada propuesta y exigir que se cumplan los compromisos hechos en campaña, porque creo que ha quedado más que claro que los ciudadanos estamos hartos de que nos prometan y nunca nos cumplan, total, en seis años pasan muchas cosas y los mexicanos siempre perdonamos todo.
Sobre todo ahora que estamos ante la novedad de los candidatos independientes y de las alianzas de ciencia ficción que han surgido para ganar a como dé lugar todos los puestos de elección popular que se puedan, y para estar a tono con la época, me imagino a los niños que se abalanzan con avidez cuando se rompe una piñata y comienzan a caer los dulces al suelo, el que se pone vivo, gana más.
¿Qué nos espera con un panorama tan pobre en propuestas de valor y tan abundante en ambición por hacerse del poder? Sólo rezar y actuar, no podemos ceder ante la indiferencia y menos pensar en anular nuestro voto o no votar. La única manera de levantar la voz es yendo a las urnas a expresar nuestra decisión ciudadana, esa que se pelean todos los partidos y que olvidan una vez conseguido su objetivo. Aún es tiempo de hacer conciencia en las personas que ven con desaliento las elecciones para que ejerzan su derecho de poner a trabajar a quien elija la mayoría, pero también todos tenemos que deshacernos de la indolencia para exigir a los gobernantes que dejen de darnos atole con el dedo.
Si a los mexicanos nos unen los momentos de tragedia o de alegría, que nos unan también aquellos en los que es necesario alzar la voz para frenar las injusticias, olvidándonos de colores y partidos, porque está claro que en México esa desgastada fórmula no va a funcionar nunca, quizá sea momento de dar la oportunidad a los ciudadanos independientes de trabajar por el bien de nuestra patria, porque aunque aún se vea como algo utópico, si nos decidimos podemos cambiar el rumbo de nuestro amado país.
Lo importante es unirnos y sacudir la desidia de nuestras cabezas y voluntades. Digo, el tiempo vuela y no es prematuro que pensemos por quién nos gustaría ser gobernados. ¿O qué opinan ustedes?
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