No he dicho nada, en los días pasados, acerca de Nicaragua, porque me sentía muy triste acerca de la situación allí. Pensar que seis millones de habitantes pueden caer en un régimen parecido al chavista de Venezuela me parece una pesadilla. El problema es que la infiltración en los poderes del Estado ya se ha producido.
Además, me equivoqué con Venezuela. Pensé que la caída de esa dictadura estaba cercana y ya se ha visto que no ha sido así. Ahora mismo, para cualquier venezolano que me pregunta, no tengo ningún mensaje distinto que el del Libro de Job.
Al menos, los obispos de Nicaragua (como los de Venezuela) no solo han estado a la altura de las circunstancias, sino incluso más allá: han sido y son heroicos.
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